El libro que el lector tiene en sus manos muestra el interés de los autores por la traducción desde un punto de vista académico y también profesional. Podemos definir la traducción como una profesión cambiante, cuya enseñanza debe impartirse no sólo teniendo en cuenta los conocimientos que deben tener los traductores en el momento actual, sino pensando también en las necesidades del mercado dentro de unos años.
Y es que la propia noción de traducción es un concepto en evolución, una evolución que ha sido reconocida en los últimos años desde la universidad, tanto desde la investigación como de la docencia, y me gustaría pensar que incluso desde la sociedad. En concreto, aquellos que se dedican a la Historia de la Traducción hace tiempo que han ido ahondado en la mutabilidad y la versatilidad a la que han tenido que sujetarse traductores e intérpretes a lo largo de los siglos.
Esta actividad ha estado desde su inicio relacionada con otras profesiones y necesidades, podríamos decir que el traductor/intérprete siempre ha sido el «otro», aunque imprescindible para la comunicación intercultural e interlingüística. Como el «otro» ha vivido siempre en los «espacios terceros», a caballo entre culturas, lenguas y profesiones. La universidad y las asociaciones de traductores han reclamado muchas veces su justa visibilidad y el reconocimiento de la profesión, pero sigue siendo una asignatura pendiente, ya que se le continúa percibiendo como posible «traditore». El traductor, como mediador cultural, es reclamado siempre que los «auténticos profesionales» se ven incapaces de entablar por sí solos el diálogo necesario, pero sigue siendo contemplado como un «extraño».
Las suspicacias que ha levantado son debidas a su capacidad de pertenecer a más de una cultura y por poder hablar con voz propia con ambos interlocutores. Los medios de comunicación, incluso el cine, nos han mostrado las dificultades que deben superar traductores e intérpretes en los conflictos armados recientemente, pero esos recelos y desconfianzas vienen de antiguo.
Con estas premisas, la pregunta clave es ¿cómo debe enseñarse la traducción en la universidad? El lector de este volumen encontrará en él la respuesta a esta pregunta. Un buen número de los profesores del Máster de Tradución para a comunicación internacional han reflejado en este libro cuáles son las tareas de los traductores en la actualidad y hacia donde avanza la traducción. Sus artículos demuestran que son buenos conocedores del estado de la cuestión, pero sobre todo quisiera recalcar el proyecto de máster que hay detrás de cada uno de los artículos.
El carácter innovador de este máster se puede observar ya en la división que han realizado para los módulos optativos: Tradución para a comunicación intercultural y Tradución para o comercio internacional.
Esta división es sin duda fruto de la innovación pedagógica que se percibe en el proyecto y supera las líneas divisorias que existían y que no conseguían separar convenientemente la traducción de textos de ficción y de no ficción, los textos con dimensión pragmática y semiótica, los textos de especialidad, etc. Las materias del máster y los capítulos de este libro se organizan a partir de los conceptos y contenidos que se deben conocer y aplicar durante el proceso de traducción.
La definición con todo detalle del trabajo diario, tanto en las universidades como en el mundo profesional, nos permite ir adquiriendo un mayor respeto por la traducción. Las sociedades ya no son uniformes, incluso cuando las culturas se quieren presentar como monolingües, en su seno esconden multitud de lenguas que se hablan algunas veces únicamente en los cuartos oscuros que han forjado las ideologías dominantes, pero también en los ámbitos más respetados de la cultura y el ocio. Por ello, el trabajo del traductor es en nuestras vidas cotidianas imprescindible.
En consecuencia estoy convencida que el lector disfrutará de la lectura de este volumen y sabrá imbricar sus enseñanzas en su vida cotidiana como profesional de la traducción y como docente.