El punto sobre la i, volumen V. Quinientos escritos, cien por cada volumen, que tienen como hilo conductor, como común denominador, presentar argumentos a favor de la libertad individual, la propiedad privada y la responsabilidad personal, los tres pilares del liberalismo, que antes que una ideología, es decir, que una idea preconcebida de cómo debe organizarse la sociedad, y por lo tanto, de cómo debe comportarse la persona, idea preconcebida que siempre es consecuencia de algún prejuicio en contra de la libertad, la propiedad o la responsabilidad, es un principio: «Respetando los derechos de los demás, haz lo que quieras». La única prohibición que, legítimamente, debe imponerse a la conducta humana es no violar los derechos, ¡que realmente lo sean!, de los demás. Dicho de otra manera, la única obligación que, auténticamente, debe imponerse a la acción humana es respetar los derechos, ¡que verdaderamente los sean!, de los otros.
Tres son los poderes del gobierno: obligar, prohibir y castigar, poderes que siempre usa para limitar la libertad individual y, por lo tanto, el uso de la propiedad privada y la asunción de la responsabilidad personal, lo cual debe plantearnos esta pregunta: ¿cuándo se justifica que se limite la libertad de las personas? La respuesta correcta es: cuando su práctica resulta en la violación de los derechos de los demás. Vuelvo al principio: «Respetando los derechos de los demás, haz lo que quieras», utilizando tus propiedades como juzgues más conveniente, asumiendo tus responsabilidades como debes asumirlas.
Estos cinco volúmenes de El punto sobre la i son un esfuerzo por justificar (suponiendo que hiciera falta) y explicar (convencido de que sí hace falta) ese principio en el cual consiste el liberalismo, mismo que muchos liberales, por no tener clara la relación entre la propiedad privada y la libertad individual (el respeto a la primera es la condición para el ejercicio de la segunda), no entienden. Hoy, más que de liberalismo, deberíamos hablar depropietarismo. ¿Porqué? El lector encontrará repuestas en este volumen.
Agradezco en todo lo que vale el generoso prólogo de Adolfo Gutiérrez, quien mucho ha tenido que ver con este esfuerzo que hoy llega al quinto volumen. ¡Gracias, Adolfo!
Por allí se dice que no hay quinto malo. Ojalá este volumen, el quinto de la serie, no sea la excepción.