El objeto del presente ensayo es establecer el principio de los derechos de los animales sobre una base coherente c inteligible, mostrar que este principio subyace en los diversos esfuerzos de los reformadores humanitarios, y despejar las cómodas falacias que los apologistas del sistema actual tan industriosamente han acumulado. Aunque no he dudado en hablar con firmeza cuando la situación así lo exigía, he procurado sin embargo evitar el tono de recriminación impertinente tan habitual en estas controversias, para así hacer más inconfundible el énfasis sobre los puntos vitales en discusión. Lo que tenemos que decidir no es si la práctica de la caza del zorro es. por ejemplo, más o menos cruel que la vivisección, sino si todas las prácticas que infligen dolor innecesario a los seres sensibles no son incompatibles con los superiores instintos de humanidad.
Soy consciente de que gran parte de mis opiniones parecerán ridiculas a aquellos que enfocan el tema desde un punto de vista opuesto y que consideran a los animales inferiores como si hubiesen sido creados únicamente para placer y ventaja del hombre. No me ha faltado a mí. por otra parte, una inagotable fuente de diversión derivada del estudio bastante extenso del modo de razonar de nuestros adversarios. Es un conflicto de opiniones, sobre el cual solo el tiempo podrá juzgar. Pero hay ya no pocos indicios de que serán los humanitarios los que reirán los últimos.