Una madre. Un bebé. Interminables noches en vela. Carolina del Olmo descubrió de primera mano lo que tantas otras madres ya sabían: que la maternidad no es un camino de rosas y, más aun, que está plagada de miedos e inseguridades.
Con su carácter curioso y hasta un poco cotilla, su formación en filosofía y su empeño por tener las cosas bajo control, Carolina se puso a leer y a indagar, pero no descubrió nada. Los libros no ayudan -cuenta Del Olmo- porque en la literatura sobre crianza se libra una guerra. En un bando, la militancia pro-niño con sus banderas de la lactancia a demanda y el colecho, donde a los adultos sólo nos queda plegarnos a las necesidades de nuestros hijos. De otro, la armada pro-adulto, que ve a los niños como unos seres viciosos y egoístas a los que los padres tenemos que corregir hasta que quepan en el traje que la sociedad quiere que lleven. Y en todas partes expertos y más expertos que vienen a decirte cómo tienes que criar a tu hijo y que colocan su saber por encima de la experiencia cotidiana de tantos padres y madres.