Poco prólogo necesita quien, como Pedro Grimalt, tras años de investigación, ha sido primero acreditado por la ANECA y después promocionado como catedrático de Derecho Civil. Este libro es, además, la «guinda» de ese proceso, ya que constituye la investigación que preparó para el concurso de cátedra y presentó ante un tribunal del que formaban parte los catedráticos de Derecho Civil José Antonio Cobacho, Clara Asúa, Antoni Vaquer, Nélida Tur y quien escribe este prólogo.
Es curioso que Pedro Grimalt aluda a la circularidad en su dedicatoria porque este libro tiene mucho de circular. Es circular, en primer lugar, porque vuelve a la editorial Comares, donde en 1999 se publicó su primer libro, resultante de su tesis doctoral, La responsabilidad civil en el tratamiento de datos personales. Es circular, en segundo lugar, porque, tras pasar por territorios tan dispares como los legados, el deslinde o la posesión, el autor regresa a su tándem inicial: la responsabilidad civil y la defensa de la intimidad y dignidad en entornos digitales. Es circular, finalmente, porque, colocado este prologuista en el eje de este círculo como director de tesis y mentor académico del autor, observa cómo se cierra un ciclo feliz y cómo, ahora y también felizmente, Pedro Grimalt podrá dedicarse a dibujar nuevos círculos en los que crezcan quienes sean sus discípulos.
He prometido un prólogo breve y me atengo a mi compromiso. Solamente voy a explicar dos notas características de Pedro Grimalt que he podido observar en los más de veinte años transcurridos desde que se presentase, tan vocacional como despistado, en mi despacho para que dirigiera sus primeros pasos en la investigación jurídica.
La primera de estas notas es la voluntad firme e inquebrantable de mejorar, como investigador y como docente; gracias a ella, Pedro Grimalt ha podido sobrellevar no solo mis observaciones y correcciones sino también mis desoladores, lo sé, «para qués».
La segunda característica de Pedro Grimalt es que no se rinde a los compromisos fáciles; si su labor investigadora le conduce a conclusiones incómodas, no por ello renuncia a hacerlas suyas si se derivan de un Derecho positivo con el que siempre es extremadamente escrupuloso. Esta valentía crítica, que es rasgo de los buenos investigadores, se observa en este libro, pues presenta sin ambages el círculo vicioso en el que están encerrados los padres (y centros escolares) entre sus responsabilidades y los límites que impone la defensa de la intimidad de los hijos; una situación que hace que cualquier padre de menores de edad que concluya la lectura de este libro salga corriendo a, por este orden, contratar un seguro de responsabilidad civil y apuntarse en un curso de informática y redes sociales.