Repensar los valores de libertad, igualdad y solidaridad es una tarea de gran complejidad, aunque se torna fundamental para materializar la noción abstracta de dignidad humana. El objetivo es incorporar al discurso conceptos emergentes que, sin duda retomando tesis pasadas, ayuden a la reformulación conjunta de los mismos, en la búsqueda del preciso equilibro entre la idea individual y la social.
La idea de dignidad requiere el respeto de las personas consideradas individualmente, si bien al mismo tiempo precisa de cierta concepción social común (aunque sea mínima) acerca de su sustancia y sus exigencias. La clave está en el diálogo interno y social sobre una idea mínima del bien y la vida buena, es decir, sobre lo que se considere una vida digna o la dignidad humana.
En este diálogo intervienen factores racionales, y también de otro tipo, ya que el sujeto se define de manera compleja haciendo alusión también a la dimensión del sentimiento o afecto. Se sugiere que para poder reconducir este diálogo han de incorporarse las nociones de autonomía relacional, igualdad en unos resultados mínimos y vulnerabilidad.
En primer lugar, para dialogar se requiere entender que los individuos no fraguan una idea del bien de manera autosuficiente. En segundo lugar, es transcendental incidir en la necesidad de reformulación del sistema político-social y económico, y en la ineludible desmercantización de determinados bienes sociales básicos. Por último, hay que examinar las diversas situaciones de