Nicaragua es la patria de los escritores de Centroamérica, desde Rubén Darío hasta el padre Ernesto Cardenal, desde Salomón de la Selva hasta José Coronel Urtecho, desde Claribel Alegría y Daisy Zamora hasta Gioconda Belli, desde Ernesto Mejía Sánchez (quien vivió entre nosotros muchos años y fue miembro de El Colegio de México, entonces dirigido por don Alfonso Reyes) hasta Sergio Ramírez, autor de Margarita, está linda la mar, título de una de sus novelas, tomado de un poema del padre del modernismo, Rubén Darío, el que cubrió de “Azul…” a la literatura del futuro de América Latina.
Uno de los estudios más interesantes sobre Rubén Darío en el contexto español y europeo es éste de Noel Rivas Bravo, profesor de la Universidad de Sevilla, a quien conocí gracias a mi amigo el jurista Miguel Polaino-Orts. El resultado es un libro completísimo y ameno. El profesor Noel Rivas no sólo se detiene en cada párrafo de Darío, sino que lo hace en cada uno de sus viajes. Analiza, ofrece fechas y minucias para ubicar tiempo, espacio y referencias literarias… y cuenta anécdotas de la visita de Darío a Juan Ramón Jiménez, quien habrá de defenderlo y enojarse al señalar que “en su paso por Madrid, la prensa lo ignoró (…) Vosotros no sabéis, imbéciles, cómo canta este poeta”.
Si la poesía del padre del modernismo sigue enamorándonos, incluso a los más jóvenes, su prosa también es una brisa fresca que recuerda que nuestro paso sobre la tierra también sería una brisa y no una tormenta. La literatura de Rubén Darío es una auténtica oda a la libertad y al ansia del descubridor porque, ante todo, Darío fue un caminante: Poeta peregrino, viajero incansable, poeta errante, centroamericano trotamundos. Rubén Darío es el mejor ejemplo de que, si el mundo fuera una aldea abierta y solidaria, otro gallo nos cantara.