¿Por qué nos sigue fascinando la República de Weimar en 2019, 100 años después de que se aprobara su constitución? Por su textura trágica: por esa mezcla de rápida modernización que fue de la mano del desarrollo científico-tecnológico, por una parte, y de la inautenticidad de lo moderno, la fragmentación y la auto-alienación, por otra.
De aquellas décadas nos deslumbran, y en buena medida aleccionan, sus manifestaciones artísticas, predominantemente expresionistas, que encaran la deshumanización (Kirchner), el prefascismo (Brecht) y el maquinismo (Lang) con un cinismo distanciado y lúcido, siendo capaces de enfrentarse a lo que Walter Benjamin denominó «experiencias del umbral».
Herencia de esta época presenta un panorama artístico-cultural de la Alemania de entreguerras y hace un diagnóstico de la evolución política de la República. Según Ernst Bloch, el nacionalsocialismo aprovechó la «herencia» cultural para instrumentalizarla a su favor y seducir al proletariado, mientras que el Partido Comunista Alemán, con un desmedido optimismo economicista confió en vano, en que las contradicciones del capitalismo darían al traste con él, en forma de revolución. Escrita en buena parte, en los años de Weimar, esta obra es un testimonio y una lúcida visión de la época.