Hemos escrito con frecuencia que tener problemas no es un problema, sino que el problema es no saber afrontarlos y resolverlos. El balance de los últimos cuatro años ofrece algunas luces y sombras. Es cierto que se han superado algunos problemas económicos importantes de naturaleza macroeconómica como la reducción del déficit público, la reducción del número de desempleados, o la reducción de la prima de riesgo, pero se siguen observando algunos problemas estructurales como es que el desempleo sigue siendo el doble que la media europea, o una deuda pública que se ha incrementado de manera considerable hasta alcanzar una cifras cercana al producto interior bruto y lo que no es menos importante nuestra deficiencias en lo que concierne a la I+D+I siguen siendo notables.
La impresión de estos últimos años ha sido que el Gobierno ha centrado su estrategia en la reducción del déficit público y en favorecer la creación de empleo, lo que puede compartirse, pero no ha sido suficiente. Más allá de los mencionados objetivos, la falta de ideas y de políticas ha sido significativa. Grandes sectores de la población se sienten desamparados por los poderes públicos, e incluso para muchos han faltado proyectos que ilusionan a los ciudadanos, reproche que puede hacerse igualmente a los políticos autonómicos.
No se ha afrontado con la determinación suficiente la desigualdad creciente desde que se iniciara la crisis económico-financiera, dejando desasistidos a los más vulnerables. La financiación autonómica a todas luces injusta sigue sin abordarse, en contra de todas las previsiones y demandas. El fraccionamiento del Parlamento ha traído la inacción legislativa. Ni el Gobierno ni los partidos de la oposición han conseguido atraer los votos necesarios para dictar leyes. La crisis catalana lejos de amainar se cronifica y la inacción política ha brillado por su ausencia y ha sido sustituida por los tribunales ordinarios y por el Tribunal Constitucional. La presencia de España en Europa y en el resto del mundo es irrelevante y nos e corresponde con nuestro potencial económico y cultural. Podría decirse que los últimos años, al margen de lo antes señalado, ha pasado en balde.