Christian Wolmares escritor y periodista, especializado en transportes. Ha escrito para los periódicos más importantes de Reino Unido y también para The New York Times y Newsday.
Es la línea ferroviaria más larga del mundo y el viaje soñado para muchos. Recorre Rusia como una arteria vital, de Moscú a Vladivostok, a lo largo de 9.000 kilómetros y siete husos horarios, atravesando algunos de los paisajes más áridos del globo.Pese a las adversidades climáticas, las enfermedades, la escasez de materiales y mano de obra, y la corrupción generalizada, se tardó apenas un decenio en completar el trazado. Recién inauguradao, se vio en el centro de la guerra ruso-japonesa, que resultaría desastrosa para Rusia. Fue solo el primero de los conflictos librados en torno al Transiberiano: la guerra civil rusa fue la siguiente y los combates junto a las vías en última instancia decidirían la suerte de la Revolución. Más adelante, durante la Segunda Guerra Mundial, el tren permitió trasladar al este gran parte de la industria, lo que la protegió de la invasión hitleriana.
Gracias al ferrocarril, Siberia dejó de ser conocida únicamente como lugar de destierro y presidio para trocarse en una tierra prometida en la que los inmigrantes se asentaron por millones. El Transiberiano es, sin duda, lo mejor que le ha pasado nunca a Siberia. Convirtió una región perdida y distante en parte inextricable de la identidad rusa. Y desde entonces sigue siendo la vía ferroviaria más importante del mundo, en torno a la cual, desde su nacimiento, todo un país ha experimentado la más asombrosa de las transformaciones.