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Derecho y justicia en juego de tronos E-book

ISBN: 9788413087429

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Fecha de edición 06/02/2020
Número de Edición

1

Idioma

Formato

Páginas

350

Lugar de edición

PAMPLONA

Encuadernación

“No era un verdadero rey. No hizo justicia. Justicia. Para eso son los reyes”

(Tormenta de espadas)

Canción de Hielo y Fuego tiene como hito fundacional el planteamiento de un problema de justicia… y de Derecho: ¿a quién le corresponde el Trono de Hierro?

La historia comienza en el momento en el que el monarca de los Siete Reinos de Poniente, Robert Baratheon, visita Invernalia para pedir, convencer y, si fuera necesario, ordenar a Eddar Stark que sea la Mano del Rey. La anterior Mano ha muerto en extrañas circunstancias y, en los convulsos tiempos que se avecinan, el Rey necesita a alguien de confianza junto a él. Nadie mejor que su viejo amigo Ned, para que ocupe el cargo vacante.

Poco a poco se irá desvelando que Robert Baratheon llegó al Trono de Hierro después de haber depuesto al tiránico Rey Aerys II Targaryen, que pasó a la historia como el Rey Loco. El cruel y desquiciado reinado había generado un enorme descontento. Un sector de la corte ansiaba la inmediata sucesión en el Trono de Rhaegar Targaryen, príncipe de Rocadragón. Es posible, incluso, que éste impulsara el Gran Torneo que Lord Whent organizó en Harrenhal para sondear sus posibles apoyos entre los caballeros de los Siete Reinos. El épico torneo, que reunió a lo mejor de las Casas de los Siete Reinos, no tuvo consecuencias relevantes, aunque pudo alimentar la caldera a presión en que se estaba convirtiendo Poniente1).

Sea como fuere, el casus belli que va a precipitar los acontecimientos será, como en la guerra de Troya, un (presunto) rapto. El príncipe heredero Rhaegar secuestra –aparentemente– a Lyanna Stark, hermana de los herederos de Invernalia (Brandon y Eddard Stark) y prometida de Robert Baratheon. Cuando Lord Stark y su séquito acuden en busca de justicia al Rey Loco, éste sin respetar su derecho a la audiencia real y vulnerando las leyes de la hospitalidad dispone su brutal asesinato. Enardecido por la cólera, ordena a Lord Jon Arryn, el Guardián de Oriente, que ejecute a Robert Baratheon y a Eddard Stark que se encuentran en el Valle como pupilos de Lord Arryn. Éste rechazará cumplir la orden real y animará a los honorables hombres de los Siete Reinos a defender la justa causa de los Stark y de los Baratheon frente al Rey Loco. Los señores se alinearán en distintos bandos y la guerra se extenderá por los Siete Reinos en la que será conocida como la Rebelión de Robert.

La guerra terminó en la decisiva Batalla del Tridente, en la que se entabló el terrible duelo entre Robert Baratheon y el príncipe Rhaegar. Tras una equilibrada lucha, el martillo de Robert alcanzó el pecho de Rhaegar y allí quedó herido de muerte, junto con los rubíes que se desprendieron de la armadura de su pecho y que fueron a parar al fondo del río, en el lugar que se llamará Vado Rubí. Mientras tanto, a Desembarco del Rey llegaron las tropas de Tywin Lannister. Confiando en que eran tropas amigas que venían a reforzar su defensa, se les abrieron las puertas de la ciudad y una vez dentro, acabaron con los defensores y saquearon la ciudad. Jaime Lannister, único miembro de la Guardia Real que quedaba en la Fortaleza Roja, vulnerando su juramento, se volvió contra Aerys II y asesinó al Rey Loco. Los miembros de la familia real (la princesa Elia Martell y sus hijos Rhaenys y Aegon) fueron brutalmente asesinados. Terminaron de esta manera los casi trescientos años de reinado de la dinastía Targaryen y comenzó el de la dinastía Baratheon-Lannister. Como es sabido, el exterminio no fue completo y dos pequeños Targaryen (Viserys y Daenerys) lograron huir al otro lado del Mar Angosto.

Quedan así planteadas las primeras cuestiones jurídicas: la licitud del tiranicidio y las repercusiones de una rebelión que amenazarán permanentemente a la casa reinante por razones diversas. Por un lado, pervivirá la pretensión de los Targaryen de recuperar el Trono de Hierro y arrebatárselo a Robert el Usurpador; por otro lado, quedarán muchas cuentas pendientes por las injustas muertes producidas durante la rebelión, algunas de ellas de personas manifiestamente inocentes (como las que querrán saldar los Martell de Dorne por el asesinato de la princesa Elia y el de sus hijos).

El reinado de Robert Baratheon se asienta, por tanto, sobre unas bases inestables. La inseguridad de su reinado se ve incrementada, además, por la aparición de otras amenazas que no proceden del exterior del reino o de sus declarados enemigos. Existe un terrible secreto que pone en peligro la continuidad de la dinastía reinante. Rumores, conspiraciones y luchas intestinas de poder se suceden en la corte. Pronto sabremos que ese gran secreto es la ilegitimidad de los hijos de Robert: Joffrey, Myrcella y Tommen no son Baratheon sino doblemente Lannister, pues son frutos de la incestuosa relación entre los gemelos Cersei y Jaime. Son bastardos e hijos del peor pecado contra los hombres y contra los dioses. Por ello, si llegara a hacerse pública su ilegítima condición, la línea sucesoria del Juego de Trono tendría que desviarse de los hijos de Cersei, y dirigirse hacia los hermanos de Robert.

Por tanto, la cuestión primordial de Canción de Hielo y Fuego que alimentará todo su desarrollo es una cuestión de orden jurídico: ¿a quién le corresponde el derecho a ocupar el Trono de Hierro?

La pregunta encierra, en realidad, un abanico de temas jurídicos que van desde la rebelión, la traición y el tiranicidio, hasta las reglas de la legitimidad dinástica, pasando por la guerra justa, el ius puniendi, el ejercicio del poder, etc. La despiadada y plural lucha por el poder pondrá sobre la palestra si el Trono de Hierro debe alcanzarse con arreglo a las leyes sucesorias o si es una cuestión de merecimiento o simplemente de fuerza y de violencia. Porque el juego de tronos no se juega sólo con las leyes y con la justicia. En esa lucha se emplean todos los recursos disponibles, pues estamos ante un juego de supervivencia en el que muchos aspiran a conquistarlo y casi todos están dispuestos a arriesgarlo todo: “cuando se juega al juego de tronos, solo se puede ganar o morir. No hay puntos intermedios”2).

En definitiva, la cuestión esencial de la saga no sólo plantea quién debe ocupar el Trono de Hierro, sino también nos interroga sobre qué vías se pueden emplear para acceder a él y, por extensión, qué medios legítimos pueden utilizarse para resolver los conflictos entre intereses contrapuestos. Junto a la legitimidad de origen del poder se suma la cuestión de la legitimidad de su ejercicio. Como señala Daenerys, en la cita que sirve de entradilla a este apartado3), los verdaderos reyes son los que hacen justicia. Es más: la monarquía tiene su fundamento en la justicia. Sin la justicia el poder deviene en pura dominación, pura violencia que debe ser erradicada.

Prólogo.

La historia de la idea de justicia transcurre pareja a la historia de la humanidad. Los principios en los que se ha apoyado a lo largo de los siglos, han evolucionado conforme lo hacía el hombre –y los valores que orientaban su conducta– así como la estructura social y política en la que vivía. Por ejemplo, en el código de Hammurabi (Babilonia, 1776 a.C) si un hombre superior dejaba tuerto a otro hombre superior, este sufría el mismo castigo. La sociedad estaba estratificada en hombres superiores, plebeyos y esclavos, una organización social que en ciertos aspectos recuerda a la descrita en algunos reinos de la obra de George R. R. Martin, Juego de tronos, analizada en este libro. También, al inicio de dicho código, se establece que los dioses designaron al rey babilonio, Hammurabi, para impartir justicia, es decir, se justifica la legitimación de su poder y la finalidad que el texto perseguía: que prevalezca la justicia en la tierra, abolir a los malos e inicuos, evitar que los fuertes opriman a los débiles.

Otro concepto de justicia en la Antigüedad, que a mí me parece muy poético, es el que expone Platón en La República, conforme establece el filósofo Eugenio Trías en su obra La política y su sombra1), la justicia, por vía de la tradición musical, aparece como una “sinfonía” o “armonización” que forma “acorde” entre los diferentes estratos que componen una sociedad; mientras que por la vía de la tradición médica hipocrática, la justicia es una forma de salud, un equilibrio entre los elementos vitales –humores– de un cuerpo humano que hacen posible su existencia. A lo largo de esta obra, José F. Alenza, expondrá muchos otros supuestos en los que la idea de justicia aparece unida a la historia y evolución del pensamiento humano y de la organización política y social, comparándolos con el rico y apasionante mundo de ficción creado por George R. R. Martin, como su semejanza con la Baja Edad Media. La idea de justicia se encuentra enraizada en la misma esencia del hombre de forma indisoluble. Es innato en nosotros lo que el Derecho Natural denomina instinto jurídico, el cual surge espontáneamente sobre todo en aquellas situaciones que consideramos injustas. De los pocos libros que conservo de cuando estudié la carrera de Derecho, les confieso que es el de Derecho Natural de Antonio Fernández Galiano2) el que más aprecio. Este autor explica que este instinto de lo justo brota de la misma estructura psicológica del hombre, sin que sea necesario ningún aprendizaje para ello, nos viene de fábrica, podríamos decir de forma coloquial, aunque es cierto que se manifestará con más fuerza en aquellos individuos que se hayan criado en un ambiente o una cultura propicios para ello. Cuántas veces hemos sentido “esto es justo, o esto es injusto, o se ha hecho justicia”. La búsqueda de la justicia, la legitimación del poder para ejercerla, la necesidad de aplicarla para justificar ese poder, son temas centrales en la historia de Juego de Tronos, tal y como analiza de forma brillante José F. Alenza en las páginas que se disponen a leer. Su búsqueda, su deseo, su transgresión, su burla, incluso, está presente en los personajes de la obra, tremendamente humanos, mostrando todas sus contradicciones y claroscuros. El hombre sin justicia no puede vivir, siente lo justo y lo injusto sin proponérselo. La idea de justicia requiere también la voluntad y el libre albedrío. Así, en determinadas ocasiones, ese instinto jurídico innato quedará reprimido o ignorado conscientemente, pues primarán otros valores en la conducta del sujeto u otros intereses que considera más adecuados o necesarios en su momento vital. Este hecho queda patente en el comportamiento de muchos de los personajes de Juego de tronos y en la transformación que algunos de ellos experimentan a lo largo de la saga.

Por otro lado, desde el punto de vista de la teoría literaria, creo que toda buena obra de ficción refleja una experiencia humana, y dice algo sobre el hombre y sus relaciones con el mundo que le rodea. Si en la caverna de la prehistoria comenzamos a contar historias alrededor del fuego para comprender y mitigar la angustia de estar vivos, no es extraño que sea así. La primera de estas manifestaciones fueron los mitos, fuente de inspiración constante. En mi opinión la literatura es una forma de conocimiento que no se limita a expresar sentimientos y emociones, también crea una cosmovisión, y explora el yo más profundo de nuestro ser.

El Derecho y la Literatura, aunque en un principio pueden parecer dos disciplinas lejanas –a pesar de que la herramienta común a ambas sea la retórica, el uso de la palabra– e incluso opuestas, mientras la primera encuentra su base en el área de realidad y la segunda en el área de la ficción, son dos manifestaciones que nacen del espíritu humano: el Derecho recoge la necesidad de justicia y su regulación en las situaciones que la sociedad demanda; la Literatura recoge la necesidad de expresión a través del arte, que nace de nuestro yo más profundo al igual que el instinto jurídico.

Pero no se agota aquí la posible sinergia entre ellas, Juego de tronos, una obra de género fantástico, se puede interpretar como una alegoría, incluso una denuncia de la sociedad actual, del ejercicio del poder, de algunos aspectos del ordenamiento jurídico, a través de la creación de un mundo irreal, paradigma en algunos extremos del nuestro. Así lo pone de manifiesto el autor del presente libro que tengo el placer de prologar, el mundo caótico, donde prima el miedo y terror, Poniente y los otros reinos, puede compararse con la situación actual tras el atentado del 11 de septiembre de las torres gemelas. Un estudio de la condición y la conducta humana en tiempos convulsos y de incertidumbre.

No sería “justo” terminar este prólogo sin decir que la admiración que siento por su autor, José F, Alenza, es incondicional. Gracias a él tuve el honor de ser la madrina de una de las promociones del programa LyDer (Literatura y Derecho) que se lleva a cabo a lo largo de los cuatro años de carrera en la facultad de Derecho de la Universidad pública de Navarra. Un club de lectura, según él me explicó, donde analizan clásicos de la literatura y obras contemporáneas desde el punto de vista jurídico y literario. Mostrarles a los alumnos que el Derecho es algo vivo, no solo una serie de leyes rígidas que aparecen en manuales y códigos, si no que está presente en nuestras vidas en infinidad de actos de los que muchas veces no somos conscientes. La literatura fue el medio elegido, no es casual. José F. Alenza, en la presente obra relaciona una vez más estas dos disciplinas que me consta le apasionan. Tiene el lector entre las manos un libro enriquecedor tanto a nivel jurídico, como político, histórico, literario incluso me atrevería a decir a veces filosófico. Trata también, a través de las novelas de George R. R. Martin, temas de medio ambiente, discriminación, e igualdad en lo que respecta a las mujeres, los discapacitados o los seres más desvalidos. Un repaso, en suma, a nuestra humana conditio, en palabras del filósofo Eugenio Trías, y de su espontánea o calculada inclinación a lo que la contradice, la conducta inhumana. Tal es la sombra, nos dice Trías, que nos acecha, nos reta y nos tienta, como a los personajes de Juego de tronos, capaces de evolucionar hacia una moral más alta, como es el caso de Jaime Lannister o de descender a los infiernos en el caso de su amada hermana Cersei.

Pasen la página, lean, disfruten.

Cristina LÓPEZ BARRIO

(Autor)

José Francisco Alenza García

(Prólogo)

Cristina López Barrios

(Colaboradora)

Elisa Pérez de los Cobos Hernández