Benjamín Constant (1767-1830), filósofo y político francés de origen suizo, lleva a cabo en esta obra una profunda recapitulación del pensamiento ilustrado del penalista napolitano Gateano Filangieri.
Para ello, Constant realiza una confrontación de las tesis de Filangieri con sus vivencias políticas, que llevaron a Constant a ser testigo de la Revolución francesa, el Consulado, el Imperio, la Restauración borbónica y la Monarquía de Julio.
De esta forma, Constant valida las tesis de Filangieri al colocar como eje de todo sistema la libertad del individuo frente al abuso del poder, pero también argumenta sobre extremos que, según él, Filangieri no pudo prever: los necesarios contrapesos y límites de esa libertad para evitar el caos, la participación del individuo-ciudadano mediante la representación política y los límites de una monarquía hereditaria, basada en la existencia de dos cámaras.