En este libro, Miguel Oliver ha querido tener en cuenta que el arte culinario es una forma creativa de preparar los alimentos, que no solo depende de la cultura de los mismos y su forma de preparación, sino también de los rituales sociales establecidos alrededor de la comida. Atendiendo a esto, el autor ha elaborado un pequeño «tratado de arte» donde, lejos de establecer cánones culinarios basándose en fórmulas magistrales, acerca al lector la preparación de platos autóctonos de su tierra, desde la base del conocimiento que proporciona la observación y sus años de experiencia.
La ilusión de recopilar unas cuantas recetas, que siguen estando presentes en su mesa a lo largo de todo el año y que aprendió de sus padres, ha motivado la realización de este original y singular recetario, que no solo rompe los moldes de los tradicionales libros de cocina, sino que también plasma, mediante la utilización de un lenguaje muy sencillo (incluso chascarrillos), la mayoría de sus platos preferidos.
