La larga Guerra Civil Española
La Guerra Civil fue consecuencia del fracaso parcial de la insurrección militar de julio de 1936. Sin embargo, como Romero Salvadó sugiere, las raíces del conflicto se hallan profundamente arraigadas en la historia del país. La polarización social, el intervencionismo pretoriano y el recurso a la violencia política no nacieron con la proclamación de la II República. Eran en gran parte herencia del régimen anterior, la Monarquía, y su fracaso en modernizarse ante la llegada de la política de masas. La cruel lucha fratricida fue un intento de resolver por la fuerza diversas cuestiones vitales que habían dividido a los españoles desde hacía generaciones (reforma agraria, nacionalismos periféricos, secularización, reforma militar, etc.).
Romero Salvadó explora y compara la naturaleza de las dos Españas en liza. Los Republicanos nunca pudieron imponer la uniformidad política ni la centralización y coordinación de esfuerzos alcanzada por los Nacionales. Sin embargo, este libro enfatiza que la reacción internacional fue crucial para entender el curso y desenlace final del conflicto. En este contexto, la contienda española es analizada como la última batalla, antes del estallido de la hecatombe de 1939, de una guerra civil europea que ardía desde la conquista del poder por los Bolcheviques en noviembre de 1917; una parte integral y fundamental de las convulsiones sociales y el radicalismo político de entreguerras. Sin la decisiva ayuda prestada por los dictadores, el general Franco no habría obtenido una absoluta e incondicional victoria. La intervención Soviética y la llegada de miles de voluntarios internacionales sirvieron para prolongar momentáneamente el conflicto. El trágico destino de la República fue en gran parte consecuencia de la política de apaciguamiento sostenida contra viento y marea por el gobierno británico y con mayor o menor frustración por diferentes administraciones francesas. De este modo, la República fue asesinada lentamente por el cerco diplomático creado por la paradoja cruel de la No-Intervención y la inhibición, cuando no hipocresía, de las democracias.