Auditor y registrador mercantil
Quién le iba a decir a Apolunios, Ministro de finanzas del rey Fila- delfo, de la dinastía de los Ptolomeo de Egipto, que su contrariedad por haberse pagado de su caja siete talentos de plata sin su autorización, y su orden de que fuesen comprobadas las cuentas de Aristeo, uno de los tesoreros y las del mayordomo Artemidoro, y su posterior extensión a Zenón, administrador de todos sus intereses y jefe de contabilidad para que preparase sus cuentas para ser inspeccionadas por Pythen, marcaría los orígenes de la auditoría.
En la Europa Feudal se llegaría a identificar las funciones con el cargo y así nació el auditor.
El nombre del “auditor” debe su origen a la forma en que se recibían (oyéndolas) las liquidaciones de las cuentas.
El decantamiento de la institución va de la mano de los más importantes vaivenes económicos así, la revolución industrial inglesa y la crisis norteamericana del 29.
Los escándalos, tanto internacionales (caso ENRON y caso PARMA- LAT), como nacionales (casos BANESTO, PSV y TORRAS), hacen suponer que la función del auditor se someterá a rígidos controles. No obstante, siempre quedará la cuestión de quien controla al controlador. Nunca debe olvidarse que el verdadero beneficiado por una buena auditoría es el accionista. Curiosamente, la retribución del auditor se recibe de los gestores de la sociedad, que muchas veces, estarán más interesados en que el informe les dejje bien, que en otra cosa. ¿Será suficiente con los códigos de buen gobierno? Creemos que no
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