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Paz, Derecho y Religión

ISBN: 9788495414960

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Peso 373 g
Fecha de Edición 01/01/2012
Plazo de entrega

24 h

Número de Edición

1

Idioma

Español

Formato

Libro

Páginas

198

Lugar de edición

CUENCA

Encuadernación

Rústica

Editorial

ALDERABAN, EDITORIAL

EAN

978-84-95414-96-0

La paz suscita siempre la mayor atención y, sin embargo, nos rodea la violencia: en casa, con los vecinos, en la escuela o profesión, en la política, con la amenaza del terrorismo, o en la escena internacional: conflictos en Siria, Corea, Venezuela, etc. El Papa Francisco que insistió en su importancia, en el primer mensaje de pascua (31 abril), luego, en la misa celebrada el 4 de abril, profundizó en su razón de ser, al hilo del encuentro, con Jesús, camino de Emaús (Lc 24,35-48).

La paz nos lanza dos retos. El primero conceptual, ¿en qué consiste y por qué es tan deseable? Las religiones ofrecen una clave ordenadora de la existencia del hombre y, en consecuencia, una propuesta de paz. Su mensaje trata de responder a las inquietudes y aspiraciones del corazón humano. La ideología también intenta solucionar los problemas, pero, en su afán por quemar etapas e implantar el paraíso en la tierra, ha recurrido a la simplificación y la violencia. Más que una ayuda ha sido una amenaza, operativa en el Estado totalitario y el terrorismo.

El segundo interrogante es: ¿cómo construirla? Porque la paz tiene una dimensión práctica. El Derecho tiene aquí la misión de organizar la convivencia y proteger sus valores. Contribuye a la paz cuando respeta lo esencial de la persona (libertad religiosa y de conciencia), limita los daños de la guerra (Derecho humanitario) y favorece un clima de entendimiento y participación: formación para la paz, y cooperación con diversos grupos y religiones. El Cristianismo juega un papel fundamental con su enseñanza de paz y fraternidad. Además, actúa de dique frente al abuso de poder. ¿No es el totalitarismo una idolatría y el terrorismo el desprecio del designio de Dios sobre la persona?

Pues el Derecho puede caer en la ceguera y ser utilizado para trastocar la sociedad. Servir de instrumento para el egoísmo o proyectos utópicos. El Estado relativista, aunque guarde las apariencias democráticas, no es ajeno a la violencia, por acción o permisión. Así vemos a diario ataques a la integridad «física o moral»: aborto, desatención a ancianos y enfermos, abusos contra menores y mujeres, persecución a profesionales o líderes religiosos comprometidos con la vida o la familia, etc.

Para un estudio de la paz apegado a la realidad, que evite abstracciones o teorizaciones ajenas a las necesidades de la persona, se ha recurrido principalmente a la historia y la Doctrina social de la iglesia, tan rica y versátil sobre estas cuestiones.