The Marketing, Stupid es una adaptación de la famosa frase «The Economy, stupid» que acuñó James Carville para la campaña de Bill Clinton en las elecciones de 1992. El resultado fue favorable a B. Clinton y, desde entonces, esa frase se ha aplicado a otras cuestiones para destacar lo esencial de una estrategia.
Con demasiada frecuencia los altos directivos de muchas empresas piensan que los chicos de marketing siempre quieren poner la compañía a la orden de sus ideas demandando altos presupuestos que no puede soportar un departamento de marketing.
Les reservan el espacio de la creatividad de las campañas publicitarias, pero no la estrategia de la compañía que les será transmitida para que «traten de hacer algo bonito con ella».
Con este título se pretende destacar dos reflexiones: la trascendencia de un mensaje coherente con el análisis previo de una situación o un mercado a conquistar (una de las funciones del marketing) y cómo debemos olvidar la visión más estética de esta disciplina para empezar a valorarla como fundamental para hacer que una empresa ocupe la posición que busca en la mente de los consumidores.
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