Crisis de la democracia, falta de adecuación de los partidos, de las representaciones y de las élites en la respuesta a los desafíos de la globalización. Una clase media cada vez más fragmentada y expuesta, no solo en Italia sino también en Europa, a derivas populistas que alimentan formaciones euroescépticas y, en algunos casos, también xenófobas. Parece ser esta la fotografía de la realidad política contemporánea, pero la crisis viene de lejos.
El pensador español José Ortega y Gasset, ya a principios del siglo XX, en un texto significativo y que confirma su total actualidad titulado Democracia morbosa, señaló las patologías del hombre masa y de la democracia que estaba naciendo. La crisis del hombre medio, la degradación y devaluación de la cultura parecen ser los signos distintivos de la nueva democracia post ideológica moderna.
En este contexto, algunos partidos, que sufren una fuerte crisis de representación, buscan peligrosos atajos en el uso instrumental del término pueblo. El resentimiento por la falta de representación de las justas exigencias de los ciudadanos puede provocar rabia y frustración con resultados potencialmente desestabilizadores para las mismas instituciones democráticas. Se necesita, por tanto, promover una Europa solidaria, con un estado del bienestar renovado que haga protagonistas a los ciudadanos y no a las masas.