El maestro Vitoria es un avanzado jurista en su tiempo, no sólo en derecho público internacional, sino también en derecho público interno. Pone los fundamentos de su doctrina jurídica en la misma naturaleza humana y en el fin del hombre, que es la felicidad.
Es conveniente hacer hincapié en estos aspectos ante una obra como «La ley», considerada de gran importancia para conocer el pensamiento jurídico del teólogo de Salamanca. En ella el moralista y el jurista de hoy podrán encontrar buena parte de su doctrina fundamental. Son extraordinariamente útiles muchos de sus comentarios esclarecedores de la teoría del derecho, sobre todo en la primera parte, es decir, en las cuestiones en que trata de la ley en general, donde conviene poner mucha atención sobre algunas de sus ideas.
En el inicio del tratado afirma, con Tomás de Aquino, que «toda ley debe ordenarse al bien común» y lo prueba «porque el fin de todas las leyes es la felicidad». Partiendo de este principio y bajando al terreno de la práctica, el del legislador y los súbditos de un Estado, dice: «no es lícito al príncipe dar una ley que no atienda al bien común, sería una ley tiránica». Aun más: «tal ley no sería ley», y, por consiguiente, no habría que obedecerla. Incluso, «si una ley se hiciera inútil, no habría que mantenerla ni obedecerla».