El lenguaje es un arma muy potente que no solo describe la realidad sino que también sirve para cambiarla. Aunque las palabras no sean realidades concretas, sí lo son en cambio sus efectos. Frases como «No sé qué hacer», «No me atrevo», «Es que soy muy tímido», etc. que todos hemos empleado en más de una ocasión, no hacen sino justificar y reforzar nuestra tendencia al inmovilismo y se convierten en la prueba de la imposibilidad de cambiar las cosas.
Matteo Rampin recoge una serie de frases «paralizantes» y nos muestra como el lenguaje puede ser un maravilloso antídoto contra nuestras actitudes negativas y nos enseña a dar una nueva perspectiva a nuestra vida, ya que el trigo y la cizaña no son más que las dos caras de la misma moneda.
</p>