Rousseau no usa bitcoins. Una revolución pacífica hacia una sociedad con sentido
Vivimos un tiempo de confusión, saturación, agitación, superficialidad, confrontación y polarización, sin rumbo, sin norte y necesitados de un sentido que no sabemos dónde encontrar.
En los últimos siglos hemos construido una sociedad saturada de bienes materiales y extremadamente financiarizada habiendo convertido nuestra existencia en una carrera con poca conciencia de
que vamos «hacia ninguna parte». El incremento de inquietudes y necesidades sociales disfrazadas de consumo nos lleva a buscar la inclusión y el reconocimiento social en una lucha de la que resultan
nuevos ganadores y muchos perdedores, insatisfechos o excluidos. Unos y otros, desde el éxito o desde el fracaso, con sus formas de interacción social han dinamitado el contrato social que hasta ahora
habíamos tenido por bueno, mientras seguimos pendientes de definir el nuevo contrato para una sociedad rica, abierta y global.
Necesitamos devolver al humanismo el peso que debe tener en una sociedad evolucionada. Y para ello no podemos renunciar a profundizar en el conocimiento antropológico y a desarrollarnos como
personas. Debemos entender al ser humano y comprendernos a nosotros mismos para conocer nuestras verdaderas motivaciones y fuentes de felicidad y sufrimiento. Desde esa comprensión podremos
seguir construyendo una sociedad en la que la persona sea el centro en lugar de serlo la riqueza, equilibrando el peso de la emoción con el de la razón.