Derecho de la mujer
A modo de sintético trazado introductorio de la recopilación de textos de Clara Campoamor, utilicemos coordenadas sencillas de espacio y tiempo. Comencemos este breve exordio.
Hace un tiempo, nada lejano, no era lo mismo ser humano que ser persona. También hay lugares hoy, no necesariamente residenciados en ocultos confines telúricos, donde todavía el ser humano sigue sin ser persona. El sujeto libre, con marca de ciudadanía y condición de paterfamilias, se contraponía -y contrapone- a los esclavos, a los niños, a los extranjeros y… a la mujer.
En la primera mitad del Siglo XX, el Derecho, aceptadamente entendido como conjunto de normas coercitivas que regulan la vida social, sin embargo, proyectaba una larga sombra en lo femenino; sujeto de derecho con carátula de desconfianza, sentado en bancadas posteriores y cuyo pensamiento se escribía escasamente, siempre en minúsculas.
La era moderna no aceptaba todavía un rostro ambivalente, que valiera para lo masculino y lo femenino. Incomprensibles disensiones humanas.
Como en un relato ucrónico, donde se solapan los desarrollos actuales y los pasados, traemos a colación a Pitágoras (570-501 a.C) quien, entre las muchas conclusiones de su pensamiento, mantuvo la revolucionaria idea que el hombre y la mujer son iguales, anclando su conclusión en un porqué demoledor: el alma no tiene sexo. Por la misma razón, la esclavitud tampoco tenía sentido, pues las almas podrían caer en cualquier cuerpo. Así de sencillo, así de complejo.
Del prólogo de Emilio Ramírez
AUTORA: CLARA CAMPOAMOR
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