Los debates sobre el derecho nazi o la supuesta legalidad del Holocausto han sido una constante en la filosofía del derecho desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Experiencias traumáticas como el Holocausto han permitido afirmar que el derecho puede ser extremadamente injusto sin dejar de ser derecho, o que es moralmente neutral dada su aptitud para llevar a cabo políticas moralmente abyectas, incluidas las puramente exterminadoras.
En este libro se sostiene, sin embargo, que el Holocausto no fue legal porque el derecho es incompatible con las políticas de exterminio. Para demostrarlo, utilizando como hilo conductor el debate entre Hart y Fuller sobre la moralidad del derecho, se esboza una concepción relacional del orden jurídico a partir de las nociones de orden social y de legalidad. La legalidad es definida como una manera de relacionarse los individuos en la que lo que pueden hacerse está establecido por reglas. Consecuentemente, el orden jurídico no es un simple conjunto de normas válidas, sino una manera de convivir o relacionarse los miembros de un grupo entre sí y con quienes les gobiernan.
Esa concepción abre la puerta a una perspectiva innovadora desde la que abordar el problema de la dimensión moral del derecho. A diferencia de las reflexiones iusfilosóficas habituales que insisten en valorar la moralidad del derecho atendiendo a su aptitud para contener normas injustas o para perseguir fines abyectos, se propone atender al valor moral de la legalidad misma. Convivir con otros conforme a reglas no es moralmente irrelevante, sino un tipo de relación que en sí misma es moral porque está constituida por principios morales. El derecho, por esa razón, no es moral o inmoral en función de lo que con él puede hacerse, sino por lo que significa, por los principios morales a los que el gobierno de las reglas da expresión como forma de organizar la convivencia civil.