PDF Articulación ética de la vida social
Este libro trata de la naturaleza ética de la vida social. Sostiene que la individualización de nuestras sociedades no arroja como destino inexorable la conclusión extraída por algunos autores, según la cual ya no seríamos capaces de reconocer más deberes que los que tenemos para con nosotros mismos.
Por el contrario, la autora se propone destacar una cuestión que adquiere especial relevancia en nuestro tiempo, ante el avance de formas tecnocráticas de organización: la naturaleza moral del vínculo social. Profundizando en el concepto de deber, en diálogo con los clásicos de la filosofía moral, argumenta que reconocernos en deuda los unos con los otros constituye un elemento inexcusable de la auténtica solidaridad.
En efecto: el sentido primario del deber moral se nos revela en la misma estructura y dinamismo de las relaciones humanas: porque somos racionales, somos capaces de reconocer lo que nos debemos los unos a los otros, somos capaces de crear una comunidad política basada en la comunicación sobre lo justo y lo injusto.
Es esa misma racionalidad la que nos permite advertir ocasionales discrepancias entre el orden político en el que de hecho vivimos y lo que consideramos una exigencia inmediata de la ley moral en nosotros. En parte es la experiencia de esta discrepancia lo que nos mueve a preguntarnos por un orden superior de legitimidad, sancionador de los deberes ordinarios y tribunal de apelación en caso de conflicto. A este tribunal se remite, implícitamente, todo aquel que alega motivos de conciencia para no obedecer una determinada ley civil.
Reconocer este derecho, sin embargo, no equivale a convertir la conciencia en un peligroso reducto de irracionalidad. Desde esta perspectiva, profundizar en la naturaleza moral del vínculo social no es solo un antídoto necesario frente a la tecnocracia, es también una tarea inexcusable para clarificar la relación entre ética y religión, precisamente en un momento en el que, en amplios sectores de la opinión pública la religión se presenta sobre todo como una realidad peligrosa para la convivencia humana y civilizada.
Precisamente en un contexto así, resulta más urgente que nunca examinar, a la luz de la razón, la naturaleza específica de los deberes religiosos, como un tipo particular de deberes éticos, y, al propio tiempo, dar razón de por qué los deberes éticos pueden recabar para sí una sanción religiosa.