nº 1/2011 Revista del Instituto
Instituto de Estudios Económicos
SINOPSIS
La concepción de una economía de mercado no tiene cabida sin la figura del agente empresarial. La economía de mercado no es el contexto en el que el empresario puede moverse sino la condición misma de su propia existencia, su razón de ser. La figura empresarial solo es comprensible bajo el supuesto de libertad, libertad que abarca la contratación de los factores productivos, la fijación de precios y la explotación de las oportunidades que brinda el mercado.
El juego del libre mercado garantiza que los agentes económicos, a través de la búsqueda egoísta de su beneficio individual, contribuyan, sin proponérselo, al bien común del conjunto de la sociedad, como guiados por una «mano invisible». El sector público se encargaría de delimitar la actuación de las empresas, con objeto de salvaguardar los intereses generales. De este modo, el papel primordial del Estado debería ser el de crear un marco institucional que facilitara la actividad económica, en general, y la empresarial, en particular.
Si bien es cierto que cada vez es mayor el interés y el reconocimiento del agente empresarial por su papel en la creación de riqueza, por su contribución a mejorar el nivel de vida de la población, en la generación de empleo o en la articulación del sistema productivo y comercial, a día de hoy no existe en la literatura un consenso claro sobre la definición más apropiada para la empresa y el empresario. Además del papel innovador, el agente empresarial realiza dos actividades adicionales: la creación y el descubrimiento de nuevas oportunidades empresariales y la iniciativa emprendedora, ambas desarrolladas por los agentes empresariales en la economía de mercado en un contexto de riesgo e incertidumbre. La existencia de oportunidades en el mercado, y su posterior explotación, inciden en el resultado del mismo y en el crecimiento económico.