La investigación criminal es sin duda, un asunto muy atractivo para cualquier amante de la Ciencia . En «Tras el hilo escarlata. Ciencia Forense en Baker Street», se ha trabajado sobre un caso de Sherlock Holmes, el primero en el que actúa junto a Watson, describiendo las pruebas de las que se disponía en 1887, con la intención de compararlas con las utilizadas en la actualidad.
Emprendemos un viaje desde el siglo XIX, al XXI para describir los procedimientos y sus bases científicas en cada momento.
Llama la atención el minucioso trabajo de los grandes Maestros y la precaución con la que interpretaban sus resultados. Esa precaución y prudencia es algo que hoy en día, lamentablemente, se olvida con relativa frecuencia.
Podemos ser partícipes de la gran diferencia en cuanto a medios técnicos que sin duda, redunda en una mayor eficacia. Pero también se comprobará la necesidad de conocer a fondo las debilidades de los procedimientos, para no ser cómplices de una injusticia. De hecho ni siquiera el todopoderoso ADN es capaz de resolver por sí solo un asunto criminal. Es más, como se dice en el texto «el endilgarle esa responsabilidad puede conducir a cometer una tremenda injusticia.» Y es que el ADN evidentemente, no miente, «El que lo hace, supongo que sin querer, es quien extrae conclusiones precipitadas, sin tener en cuenta el resto de circunstancias del caso.»
De forma que debemos mantenernos aislados, observar, no sacar conclusiones irreflexivas, seguir un buen método, unir todos los datos, analizar y a partir de ese análisis, obtener las conclusiones junto con su necesaria crítica. Elemental.