El académico italiano Miguel Cuartero nos regala un libro deslumbrante, impregnado tanto de esa lucidez que está reservada a los filósofos como de esa sencillez tan propia de quien prefiere la divulgación al esoterismo. Un libro que, por otra parte, es mucho más de lo que parece: no se trata de una simple biografía de Tomás Moro –uno de los mártires más famosos–, sino también de un tratado filosófico sobre la naturaleza y las exigencias de la conciencia. En cierto modo, el propio Tomás Moro invitaba al autor a producir este bellísimo híbrido. Y es que su vida, como la de Sócrates o la de Antígona, estuvo marcada por una continua sumisión a la conciencia, esa voz interior como de origen divino que, debidamente formada, nos conmina a hacer el bien y evitar el mal, a elegir la virtud y rehuir del vicio. De hecho, en la hora más oscura de su existencia, cuando tuvo que elegir entre la obediencia a un soberano enceguecido por la avidez de poder y la lealtad al Dios que amaba, entre la ley humana y la ley divina, Moro obró como siempre había obrado. Aun sabiendo que al hacerlo firmaba su propia condena de muerte, siguió los dictados de esa voz que se alzaba límpida desde las profundidades de su ser para advertirle de una verdad tan rotunda como incómoda: que más vale perder la vida que cometer una injusticia para preservarla.
Mártir de la conciencia, Tomás Moro manifiesta de manera particularmente adecuada para nuestra época, tan reacia a cualquier compromiso, el sentido de la justicia y la fecundidad política, el sentido de la Tradición, de las costumbres y la moral.
(Del prólogo del cardenal Robert Sarah).