La presente obra constituye una reflexión sobre el naufragio de la política, sobre su incapacidad para ayudarnos a organizar nuestra vida compartida. Un naufragio resultado, entre otras cosas, de la comprensión errónea de las complejas relaciones existentes entre los principios y la política práctica; esto es, entre hechos y valores morales; entre ideologías y acciones realizadas en su nombre; entre los humanos y sus obras.
Tal comprensión errónea asoma en muchos de los esquemas mentales con los que abordamos la política diaria. Así, nos topamos con moralismos arrojadizos, propios del supremacismo moral; con buenismos ingenuamente perversos; con relativismos esterilizantes; con vacuas teorías sociales. Y ello tiene serias repercusiones para la política en su mejor versión; es decir, tiene importantes consecuencias negativas a la hora de ordenar cabalmente la vida compartida. Una intervención para la cual es necesario el conocimiento del estado del mundo, de la realidad sobre la que se interviene.
La obra destila, pues, no pocos pesimismos, en especial en lo tocante a la deriva irracional y reaccionaria de la izquierda, una deriva que quizá no sea ajena al hecho de que aquella ha visto realizadas muchas de sus aspiraciones. Nos encontraríamos ante una especie de «¿y ahora qué?» resuelto de la peor manera: con el autoengaño. En cualquier caso, ante tal deriva, no cabría seguir repitiendo «no es eso, no es eso». Si la izquierda real continúa alejándose de modo radical y duradero de la izquierda conceptual o ideal, llegará un día en que tengamos que plantearnos de qué hablamos cuando hablamos de izquierda. Dicho con los versos del lema de la obra, que mitigan el pesimismo y reivindican el clásico compromiso ilustrado y racional: «Habrá palabras nuevas para la nueva historia / y es preciso encontrarlas antes de que sea tarde».