El presente trabajo propone una nueva interpretación del pensamiento estético de John Dewey expuesto en sus obras finales, particularmente en El arte como experiencia (1934). El filósofo estadounidense elaboró una propuesta que se muestra novedosa y adelantada para su tiempo no sólo por el intento de restaurar la continuidad arte-vida, sino porque asienta la base para una filosofía de lo cotidiano.
Dewey define la experiencia estética como la interacción armónica de la criatura viva con el medio y la sitúa como una fase previa a cualquier tipo de conocimiento, en el ámbito de la inmediatez de las situaciones; otorgándole una originalidad que tiene eco en nuestros días.
Dicha originalidad, que por su terminología y forma de expresión resultan difíciles de exponer desde la tradición estética occidental, presenta fructíferas aportaciones al discurso contemporáneo al ponerla en diálogo con la noción de armonía que el pensador clásico Confucio formuló.
El filósofo chino considera que el hombre está continuamente realizándose a sí mismo en su interacción con el mundo y ese hacerse, a través del cual trata de restaurar la armonía, es un arte. A lo largo de estas páginas se ofrece una lectura que reivindica cómo para ambos filósofos el mundo no posee un orden establecido, sino que este debe ser alcanzado mediante la creación de nuevos modos de interacción o estructuras dinámicas que permitan desplegar el pulso estético en la vida cotidiana.