Sir George Dixon Grahame fue uno de los diplomáticos de carrera mejor considerados de su época. Entró en el Servicio en 1897, y en 1920 ya se había convertido en uno de los embajadores más jóvenes del país. En París, donde permaneció durante 22 años, trabajó a las órdenes de lord Bertie of Thame, primero, y lord Derby, después, durante la Gran Guerra. Fue testigo y protagonista de las negociaciones de paz tras el conflicto armado, y firmó el Tratado de Sèvres como representante de Gran Bretaña.
En su puesto como embajador en Bruselas, capeó la difícil situación creada por la hostilidad de Francia hacia Alemania, y el deseo de aquella de atraer hacia su órbita a Bélgica, todo lo cual iba en contra de los intereses de Gran Bretaña. Se ganó el afecto y la simpatía de muchos miembros del Gobierno belga, de los monarcas y de la sociedad de aquel país.
En 1928 fue nombrado embajador en Madrid. En España, su intervención fue decisiva para que el Gobierno de Su Majestad reconociese lo antes posible el nuevo régimen republicano que se proclamó en 1931. Se jubiló en Madrid en 1935.
Al final de su carrera diplomática cayó en desgracia. El rey Alfonso XIII, que nunca le perdonó su aprecio hacia la República, hizo correr falsos rumores sobre él en Londres. Esto, unido al hecho de que sir George era un personaje un tanto misterioso al que muchos consideraban como un excéntrico y un pacifista filo-germánico, terminó por arruinar su reputación entre sus compañeros de carrera. Soltero y sin descendencia que pudiera defenderle, sir George fue arrinconado, e incluso denostado, después de su muerte por aquellos que lo conocieron y escribieron sus memorias. Sirva este libro para reivindicar su figura y devolverle al caudal de la historia.