Una historia que navega entre la ficción y la realidad, con personajes muy reales que fueron los héroes y villanos en esa pequeña parte del mundo que el autor de éste libro vive cada día. “Patria Olvidada” es una radiografía de la realidad política y judicial de España, aproximándose a sus fortalezas y debilidades, a los principios y al honor de la mayoría de la judicatura y también a las miserias de aquellos magistrados y fiscales que optaron por la ambición, traicionando su esencia y perdiendo su identidad.
Patria Olvidada es un canto a la vida, un grito ilusionado y feliz reclamando la atención de lo verdaderamente importante. Una crónica de nuestros días, donde algunos viven presos de sus propias intrigas, esclavos de traiciones y egoísmos, olvidando que el tiempo no es eterno. Algunos capítulos son pura ficción, otros constituyen pasajes autobiográficos del autor de éste libro. Un homenaje al amor verdadero frente al espejo del miedo, porque los trenes que dejas marchar nunca vuelven, porque la felicidad estaba en el idealismo imperturbable y la vida era una experiencia única compuesta de tristezas y alegrías, donde lo único imperdonable era dejarla pasar, atenazado por los riesgos o absorbido por deseos espurios. En parte es la crónica autobiográfica de los valientes y cobardes que pasaron por la vida del autor de éste libro, un recuerdo a las heridas sufridas y un abrazo eterno a la ilusión por fin encontrada, la más perpetua e indestructible, la del amor sin rendición, la del amor incondicional, la del amor más allá de ésta vida.
Por Manuel Ruiz de Lara.
Portavoz Nacional de la Plataforma Cívica por la Independencia Judicial y Magistrado especialista en la jurisdicción mercantil.
Patria Olvidada es un apasionante thriller en el corazón de la judicatura y de la política española y francesa, que fruto de estos tiempos convulsos publicaré a finales de éste mes de octubre. En él en medio de atentados que ocultan secretos de Estado, de las historias de amor y desamor de los magistrados Martín Zaragoza, Juliette Chirac o Alicia Hierro, de las ambiciones del Presidente TS Mestres o del Ministro de Justicia Prados, o de las conspiraciones de Baltasar Rial y María Delgado, entre esos y otros muchos personajes de la novela, más reales y con historias más verídicas de lo que el lector pudiera llegar a imaginar, se dibuja una crónica de nuestros días, un retrato inquietante de juegos de poder y de estrategias sin escrúpulos. Radiografía de un país que muchos olvidaron para anteponer sus intereses y su poder a cualquier reducto de ética. A pocas semanas de su publicación “Patria Olvidada” navega entre un relato fidedigno del pasado y una predicción de los acontecimientos que cada día nos sonrojan. Ésta vez la realidad va camino de superar a la ficción.
Y es que vienen a por todas y les da igual todo, el arte de la política sumergido en el más profundo lodazal donde la mentira, las falacias y el eslogan electoral sin sustancia y sin consistencia galopan a lomos de políticos sin formación, de profesionales trepadores y de personajes mediocres huérfanos de principios y de honor. No se trata de irresponsabilidad, sino de un ataque planificado a las instituciones para degradar el Estado de Derecho, para convertirlo en una mera arquitectura formal detrás de cuya fachada se oculten las cadenas de favores, el nuevo régimen de quienes afirmaron ser la voz del pueblo pero sólo aspiraban a alcanzar los privilegios de los caídos corruptos de gomina. Unos aspiran a destruir el orden constitucional, otros están dispuestos a tolerarlo con tal de mantener sus poltronas, sus coches oficiales y su efímero cargo a cambio de vender su identidad y su honor. A base de falacias y mentiras han inmunizado a la población, que asiste pasiva y desapegada al juego de unos representantes políticos que sólo tratan de preservar su posición y de eternizarse en el poder, aunque sea a costa de destruir los pilares de nuestra democracia.
Los distintos gobiernos se han movido entre una flagrante desatención a la administración de justicia, sin dotarla de medios y recursos materiales y personales, y un intento permanente de menoscabar la independencia del Poder Judicial, tratando de influir en el Consejo General del Poder Judicial, el órgano de gobierno de la judicatura que tiene competencias esenciales en nombramientos, régimen disciplinario y estatuto de jueces y magistrados y que por ende afecta de lleno a la independencia judicial.
El gobierno de González decidió politizar la elección de vocales del CGPJ, eligiendo a sus miembros mediante un mero reparto partidista, cocinado renovación tras renovación en contra de las exigencias que establecía la Sentencia del Tribunal Constitucional 108/86. Los Gobiernos de Aznar, Zapatero y Rajoy fueron cómplices y continuadores de la farsa política, fundamentando la designación de vocales en razones de padrinazgo político, pactando sin el menor pudor quien sería incluso el Presidente del Tribunal Supremo. Durante años hemos sufrido a ministros de justicia sin honor como Ruiz Gallardón que conculcaron el pacto de legislatura con la ciudadanía, traicionando la promesa electoral y las recomendaciones de GRECO para que los vocales del CGPJ fuesen elegidos por los jueces sin cadenas de padrinazgo político, a ministros indolentes como Catalá o Caamaño que al margen de convertir el ministerio en una pasarela de discursos vacuos e improductivos no hicieron nada, a ministros como Delgado que antepuso su trepismo a la defensa de los principios que como fiscal y miembro de la UPF juró defender o a ministros como Fernández Bermejo que declararon abiertamente la guerra a la independencia judicial. Ningún Gobierno ha estado a la altura desde aquel de Adolfo Suárez que sí preservó con honor la separación de poderes.
Pero quizás ninguno había llegado tan lejos como éste Gobierno. A diario asistimos a ataques directos e irresponsables desde la Vicepresidencia del Gobierno y de otros miembros del ejecutivo que cuestionan la independencia judicial y basándose en falacias sin el más mínimo rigor jurídico ni intelectual, cuestionan las resoluciones judiciales que no les favorecen cuando no acusan directamente a los magistrados que las dictan de incurrir en un delito de prevaricación. Son los mismos que atentan con declaraciones irresponsables contra la Jefatura del Estado, los mismos que proclamaron venir a regenerar la vida política y ahora, ungidos de poder y con sus cuentas corrientes lejos de Vallecas y cercanas a Galapagar, reclaman con vehemencia que se reedite el infame reparto político del pastel del Consejo General del Poder Judicial, para obtener su trozo de la tarta con el objetivo de posibilitar injerencias en el órgano de gobierno de la judicatura.
Junto a ellos un Presidente del Gobierno sin palabra, teatralmente atribulado durante la pandemia que amenaza nuestra salud y economía y realmente engreído, capaz de afirmar que va a regenerar el Consejo del Poder Judicial apostando por la elección judicial de 12 de sus miembros y meses después, una vez en el poder, acusar a la oposición de bloquear la renovación del CGPJ por no prestarse a una nueva farsa política de reparto de cargos. Un Presidente sin honor que no ha tenido escrúpulos en degradar la apariencia de imparcialidad de la Fiscalía, nombrando como Fiscal General del Estado a la ex ministra Delgado que tan poco hizo por la justicia desde el ministerio y tantas maniobras serviles articuló a las órdenes de su superior jerárquico.
Como instrumento de las maniobras, el Ministro de Justicia Juan Carlos Campo que, continuando su carrera política a la sombra del partido socialista, amo y señor de sus decisiones, no duda en mentir diariamente promoviendo un nuevo reparto político del CGPJ en contra de la STC 108/86 y del Informe del Grupo Europeo de Estados contra la Corrupción, que reclaman como forma idónea para garantizar la independencia del Poder Judicial que los 12 vocales judiciales sean elegidos por la carrera judicial. Desde su despacho de San Bernardo, no tiene reparos en lanzar falacias afirmando que el actual sistema de padrinazgo político y cadenas de favores es la envidia de Europa, no siente el menor pudor en justificar el veto al Rey Felipe VI en el acto de entrega de despachos a la nueva promoción de jueces con excusas peregrinas y quiméricas afirmando que el Gobierno no puede garantizar la seguridad del Jefe del Estado en territorio español, pretende otorgar la instrucción penal a la fiscalía sin dotarla de independencia y promueve ya rebajas en el tipo penal del delito de sedición e indultos para anular los efectos de la Sentencia del Tribunal Supremo en el caso del procés. La justicia como precio político para el apoyo de los golpistas 2.0 a los presupuestos. En la última vuelta de tuerca y haciendo realidad pasajes de “Patria Olvidada” se deslizan incluso propuestas para reformar la Ley Orgánica del Poder Judicial posibilitando que el CGPJ se renueve incluso con mayoría absoluta a manos del Gobierno y sus socios, llevando al máximo apogeo la fechoría. Lejos quedan los principios, la preservación de la dignidad ante la carrera judicial y la protección de la independencia del Poder Judicial. Cerca queda su vasallaje a un Presidente y a unos socios en abierta guerra contra la Constitución del 78.
En la oposición, el líder del Partido Popular se juega su prestigio y los principios. Casado puede mantenerse en la promesa que hizo en su día en pos de la elección de vocales judiciales del CGPJ por los jueces, no apartándose de la posición de firmeza de diputadas con honor como Inés Arrimadas, Macarena Olona o Cayetana Álvarez de Toledo, o dejarse arrastrar por el fango de un Gobierno que hace tiempo declaró la guerra a la independencia judicial. Si pactase una nueva farsa política, pasaría a la historia como un líder mediocre sin personalidad ni principios. Si se mantiene firme en el cumplimiento de GRECO, crecerá exponencialmente como líder político.
En ese lodazal de traiciones políticas por el que navega nuestro país, un escaso número de magistrados decidió ser cómplice, articulando la anterior farsa política de renovación del CGPJ, pisoteando los principios y prestándose al juego político cegados por la ambición en forma de cargo. Román como secretario general de justicia del Ministro Ruiz Gallardón, codiseñó el sistema de elección política del CGPJ que auparía al señor Lesmes Serrano a la Presidencia. Contribuyó de manera decisiva a la configuración de un órgano con marcado carácter presidencialista. Una vez reingresado en la carrera judicial, su amigo aupado a la Presidencia del CGPJ tendría ocasión de devolverle el favor en el juego, promoviendo su entrada en el Supremo. Las ficciones sobre abstenciones presidenciales no ocultan el desarrollo del juego tras las cortinas de Marqués de la Ensenada.
El balance de éste CGPJ ha sido desolador, la transparencia de la que hace gala el Presidente del CGPJ ha sacado a la luz una evidente opacidad en nombramientos discrecionales, el CGPJ no motiva suficientemente los nombramientos de altos cargos judiciales mediante la comparación de méritos de los candidatos concurrentes, ni existe un criterio objetivo invariable en cuanto la determinación de los requisitos que los candidatos debían tener para concurrir a cada plaza. Incluso se hizo por concretos miembros del CGPJ (cercanos al Presidente Lesmes) un uso espúreo de las potestades disciplinarias y de las facultades de inspección para tratar de acallar voces críticas, que supuso un notorio ridículo para la institución.
El Presidente Lesmes ha seguido maniobrando a un ritmo acorde con el actual Gobierno, facilitando el informe favorable del escandaloso nombramiento de Dolores Delgado como Fiscal General del Estado o paralizando y reanudando los nombramientos como medida de presión para promover la renovación del CGPJ según el devenir político. No cabe mayor injerencia en el órgano de gobierno de la judicatura ni mayor reconocimiento de que en concretos nombramientos el criterio rector no es el mayor mérito y capacidad sino el padrinazgo político o la afinidad personal. Ahora parece que la alianza entre Lesmes y Campo ha quedado reducida a cenizas, con enfrentamientos soterrados la última semana y una reanudación de nombramientos judiciales a disgusto del gobierno. Quizás porque aquello que llamaban “responsabilidad institucional” sólo era un eufemismo bajo el que encubrir la ambición del Presidente del CGPJ Carlos Lesmes de alcanzar el Tribunal Constitucional con el apoyo del Gobierno. Quizás una vez evaporado dicho objetivo y tras cerciorarse de que no obtendrá el apoyo del Gobierno, las alianzas, las cadenas de favores y los juegos de poder han saltado en mil pedazos.
Frente a las ciénagas a las que pretenden arrastrar nuestra arquitectura constitucional, se alza sin embargo el último dique de contención del Estado de Derecho, una carrera judicial y una carrera fiscal honesta de la que podemos sentirnos plenamente orgullosos, pese a la ausencia de inversión en justicia y pese a los ataques políticos y presiones a los que se ven expuestas, los Jueces/as y Fiscales de éste país preservan los derechos de los ciudadanos, con absoluta independencia en el ejercicio de sus funciones jurisdiccionales y con una vocación innegable de servicio público.
En éste juego de componendas, que rechaza la carrera judicial, frente a un Gobierno y un Ministro de Justicia sin principios en abierta guerra contra la independencia judicial , dispuestos a reeditar repartos políticos, debemos mostrarnos firmes negándonos a participar en cualquier nueva farsa política de elección del CGPJ. No podemos legitimar el sistema con nuestra participación. Debemos defender nuestro Estado de Derecho y la independencia de nuestro órgano de gobierno con firmeza sin silencios ni miedo a represalias disciplinarias, con una creciente confianza en los ideales y principios, le pese a quien le pese y nos cueste lo que nos cueste. Debemos vencer en una espiral de idealismo imperturbable e inagotable.
Si quieren profundizar en esa lucha entre idealistas y oportunistas que a modo de guerra se libra hoy en la Judicatura y en la política, no dejen de leer la novela “Patria Olvidada”. Descubrirán en medio de la ficción una realidad oculta que esconde juegos de poder en los más altos cargos e historias de amor y desamor entre personajes de la Judicatura y de la política más reales de lo que nunca nadie pueda llegar a imaginar. Una novela que removerá emociones y convulsionará todo un país.