Tiene la mirada que sale de la noche de esta de la historia también una disponibilidad pura y entera, pues que no hay en ella sombra de avidez. No va de caza. No sufre el engaño que procura el ansia de «captar».
La belleza hace el vacío lo crea, tal como si esa faz que todo adquiere cuando está bañado por ella viniera desde una lejana nada y a ella hubiere de volver, dejando la ceniza e su rostro a la condición terrestre, a ese ser que de la belleza participa.