La obra realiza un análisis crítico del sistema fiscal identificando numerosas paradojas que causan perplejidad a los ciudadanos. Algunas incluso podrían vulnerar los principios constitucionales de capacidad económica y de no confiscación. Otras pueden constituir incentivos al fraude como son los desorbitados tipos aplicados en algunos tributos.
– Señala posibles colisiones con el principio constitucional de capacidad económica
– Identifica una posible vulneración del principio constitucional de no confiscación
– Cuestiona la tipificación de rentas ficticias como rentas imponibles
Rafael Ortiz Calzadilla es Catedrático de Hacienda Pública y Derecho Fiscal de la Universidad
Complutense de Madrid y Profesor en CUNEF.
Destinado a fiscalistas como a cualquier ciudadano que se enfrenta a la dura tarea de pagar sus impuestos y se siente perplejo por las paradojas de tener que pagarlos por conceptos que no comprende. También a los medios de comunicación cuyo papel es esencial para contribuir a una reforma necesaria del sistema fiscal para que gane más credibilidad, como ha ocurrido con las polémicas recogidas en la prensa por el impuesto sobre las hipotecas o el tributo municipal de plusvalía aplicado en ventas con minusvalía.
Oliver W. Holmes, prestigioso jurista norteamericano declaró que “Los impuestos son el precio que pagamos por una sociedad civilizada”. A pesar de ello, a nadie le agrada pagar impuestos aunque hayan posibilitado el estado del bienestar al financiar el gasto público en educación, sanidad, pensiones, desempleo y otras prestaciones sociales. Dos razones pueden explicar la actitud negativa de los ciudadanos españoles hacia la fiscalidad. Por una parte, los numerosos casos de corrupción con apropiación ilícita de los impuestos que pagan. Por otra parte, las numerosas paradojas fiscales que se dan cuando un ciudadano tiene que pagar un impuesto por concertar una hipoteca para poder comprar su casa; por la ficticia plusvalía “municipal” en la venta de su vivienda con minusvalía; por la renta imputada si tiene una segunda vivienda; por la plusvalía presunta cuando hace una donación; por una plusvalía monetaria irreal en la venta de una vivienda; por el coste fiscal de transferir a sus hijos la empresa familiar; porque, sorprendentemente, una exención fiscal le pueda encarecer la compra de un local; por soportar la “plusvalía del muerto” en el impuesto municipal de plusvalía; por tener que emigrar fiscalmente porque el impuesto a pagar incluso puede llegar a confiscar la totalidad de la renta obtenida; y por muchas paradojas más que no entiende y le causan perplejidad.