El décimo caso de Bevilacqua y Chamorro los lleva a resolver un crimen que transporta al subteniente a su pasado en la lucha antiterrorista en el País Vasco.
El mejor Bevilacqua: por primera vez se explica con detenimiento el pasado del subteniente en la lucha antiterrorista en el País Vasco.
Un varón de mediana edad aparece desnudo y brutalmente asesinado en una playa de Formentera. Según varios testimonios recogidos por la Guardia Civil, en los días previos se lo había visto en locales de ambiente gay de Ibiza. Cuando sus jefes llaman a Bevilacqua para que se ocupe de la investigación y lo informan de la peculiaridad del muerto, un ciudadano vasco condenado en su día por colaboración con ETA, el subteniente comprenderá que no es un caso más.
Para tratar de esclarecer el crimen, y después de indagar sobre el terreno, Bevilacqua tendrá que trasladarse con su equipo a Guipúzcoa, el lugar de residencia del difunto, a una zona que conoce bien por su implicación casi treinta años atrás en la lucha antiterrorista.
Allí deberá vencer la desconfianza del entorno de la víctima y, sobre todo, lidiar con sus propios fantasmas del pasado, con lo que hizo y lo que dejó de hacer en una «guerra» entre conciudadanos, como la que veinticinco siglos atrás hubo en Corcira —hoy Corfú— y que Tucídides describió en toda su crudeza. Esos fantasmas lo conducirán a una incómoda pregunta que le concierne inexcusablemente: ¿en qué medida nos conforma aquello contra lo que luchamos?