En marzo de 1892, di en Pisa una conferencia sobre Los delincuentes en el arte, que accediendo a corteses invitaciones, hube de repetir por entonces, con igual fortuna, en Verana, Florencia, Livomo, Volterra, y, en diciembre de 1895, en un francés temerario, en Bruselas.
Esta conferencia era a modo de rápida ojeada a las impresiones que, como psicólogo criminalista, conservaba de la lectura de novelas y representaciones dramáticas.
Si esta tentativa de inocente contrabando tiene en forma de libro algo de la fortuna que ganó como conferencia, adelanto desde este instante mi gratitud al que, leyéndola, se sirva señalarme sus vacíos y errores y otros tipos artísticos de delincuentes por ilustrar con los datos de la antropología criminal, que la buena ciencia positiva se despoja de la engreída soberbia del aprisco académico para ensayarse y templarse en el aire libre con todas las formas reales o fantásticamente vivas y verdaderas de la persona humana.