En tiempos de desenfreno institucional resulta conveniente recordar los grandes presupuestos existenciales del Estado Constitucional. Uno de ellos, de ineludible atención, es el principio de la democracia representativa. Que el pueblo, en cuanto soberano, encuentre desahogo orgánico y ordenado a través de las instituciones que la Constitución demarca, especialmente a través del Parlamento.
Ello supone ordenar las cosas de una manera práctica para conjurar el populismo y otros vicios republicanos que acaso pueda conducir total o parcialmente a la tiranía de la mayoría. En este sentido, en la Venezuela chavista no hemos podido conjurar esos vicios, sino que se los ha potenciado. Democracia participativa, democracia protagónica o pueblo legislador son tres y altruistas significados que se les pueda atribuir en abstracto, han simbolizado la demolición de la institucionalidad de la democracia representativa y, por su puesto, de la Asamblea Nacional en cuanto órgano del Poder Legislativo.
¿Son de sorprender los méritos referidos en Ramón Guillermo Aveledo? La respuesta es no. Nuestro autor es, sin lugar a dudas, el alma criolla que mejor conoce el Parlamento tanto la práctica como en sus fundamentos teóricos. No en vano, y así se trasluce en toda su prístina carrera de servidor público, fue un cabal Presidente de la Cámara de Diputados en dos oportunidades y es, por mucha la pluma que acumula mayor obra escrita en Venezuela sobre el Parlamento. Todo lo cual ha estado signado por su fijeza en la lucha por uno de los pilares de la convivencia republicana: la unidad del pueblo de Venezuela, que ha defendido tanto en el órgano que ejerce la soberanía popular como en las trínchelas para el cambio democrático en la hora presente.
Quedan los lectores, pues, a las puertas de una lectura que dejará poso. Enhorabuena por la novedad de esta obra, y vayan a Ramón Guillermo Aveledo -maestro, modelo y amigo- mi gratitud y mi humilde gozo, tanto por darse a la tarea de cultivar la democracia representativa, como por permitirme expresar alguna idea sobre su última criatura intelectual.