La reflexión filosófica sobre el Derecho tiene un fundamento antropológico del que no es posible prescindir, sin convertir el Derecho en un mero procedimiento formal. En esta obra se abordan las perspectivas actuales de la Filosofía del Derecho, sin dejar de lado el sentido final y el último porqué del Derecho. Si no queremos que las Facultades de Derecho se conviertan en unas meras Facultades del procedimiento, como señalara Michel Villey, se hace preciso edificar el ordenamiento jurídico, no como un ordenamiento virtual, alejado del individuo y de los retos a los que éste se enfrenta en un tiempo tan singular como el que vivimos.
Tratamos de ensamblar dos perspectivas que no tienen que ser contrapuestas: por un lado, lo que se ha definido como estructuras permanentes del individuo y del Derecho, la necesaria paridad ontológica en la construcción del Derecho, que marca una línea de continuidad desde la primera Filosofía del Derecho, que nace como una Filosofía cualitativa, una Filosofía de esencias y de valores; por otro lado, las estructuras dinámicas y abiertas del Derecho, las estructuras vigentes, que determinan los aspectos centrales del Derecho en el hacer contemporáneo, tan lleno de contradicciones internas, contradicciones que han de llevarnos a replantearnos nuestro modo de vida y la forma de regir nuestras relaciones sociales.
Frente a la incertidumbre que propicia la sociedad líquida urge reconstruir nuevamente la esencia del Derecho, tratando de superar una cierta forma de entender y de explicar el Derecho, meramente normativista, incapaz de dar respuesta a las demandas del individuo y de la sociedad civil. Se hace necesario reflexionar sobre el fundamento del Derecho y los problemas que presenta en el mundo contemporáneo: la creciente tecnificación, la especialización que impide una mirada de conjunto, más allá de la resolución de un conflicto determinado, la burocratización y la “estadolatría”, problemas todos ellos que conducen en definitiva a la anulación de la persona dentro del sistema jurídico, en una nueva ley de hierro, como muy bien ha expresado Dalmacio Negro.