El populismo, en una percepción común no muy lejana formaba parte de las patologías endémicas pero no graves de las democracias. La connotación negativa del término deriva de que, desde el nacimiento de la democracia en el mundo antiguo, ésta se ha visto asediada de forma permanente por los intentos de manipulación de demagogos y charlatanes que halagando las pasiones del pueblo buscan dar curso a su poder personal. El populista es sinónimo de demagogo y éste es tan común en las democracias que su presencia a nadie sorprende.
El populismo es un elemento consustancial a la democracia, pues el político populista siempre ha formado parte de su paisaje: el que busca avivar el rescoldo de los temores sociales para hacer de ello su medro. Puesto que el recurso es conocido, su usuario generalmente carece de credibilidad, salvo en condiciones excepcionales. Sin embargo, más allá de la figura del demagogo, este endemismo de la democracia puede dar lugar a epidemias verdaderamente preocupantes, como cuando el populismo se convierte en el proyecto político de un partido que goza de audiencia entre los ciudadanos. Entonces deja de ser un recurso individual para concentrar un poder político sobresaliente: el endemismo más o menos benigno se convierte en una amenaza mortífera para la democracia.
Este es el tema de nuestro tiempo y esta obra aspira a enfrentarlo desde una geografía total del populismo y cubrir así un hueco evidente en la bibliografía internacional de este fenómeno. Aspira también a ser portavoz de la academia internacional en lengua española y realizar de esta manera una contribución tan valiosa como diferenciada que mostrará, como juzgarán los lectores, que goza de una calidad evidente.