Poder y poder no son una y la misma cosa. El magno antagonismo que desgarra el mundo político de nuestros días no es una mera disputa entre poderes, grupos de poderes o bloques de poder. Dicho antagonismo se entiende, verbigracia, sobre la base de principios de modalidades económicas que reciprocamente se excluyen, y se ha originado una enconada lucha por la altura del nivel de la vida y la tasa del crecimiento de productividad. Entiéndese, asimismo, dicho antagonismo por los contrapuestos principios de la organización social; la libertad individual se contrapone al vasallaje universal y, por la otra parte, la oriental, la pretendida igualdad social se contrapone a la sociedad clasista. A la antítesis económica y social sigue la antítesis política; el Estado constitucional se desprende del dominio de los partidos. Entran finalmente enjuego los motivos religiosos; el cri si ianismo lucha contra el materialismo.
El poder se diferencia del poder no solamente en cuanto al grado. Pero un poder de otro tampoco se diferencia en cuanto al modo. Diferencia y oposición se extienden todavia a una tercera dimensión, la dimensión del fondo de donde se deriva el poder. Es casi imposible representarnos un poder sin fondo. Tal seria, propiamente, un poder malo. De los diferenciales fondos del poder trata este ensayo, es decir, de las fuentes de la legitimidad. Aquí se abre entre Occidente y Oriente una falta de relación que nos hace estremecer. El espíritu humano, sin embargo, no puede menos que reunir lo inconmensurable, descubrir analogías, establecer comparaciones. No debemos desesperar de esta posibilidad en la medida que tratemos con objetos humanos.