Editorial Aranzadi Thomson Reuters
Desde finales de los ochenta los países europeos se hallan en fase de «crecimiento blando» con tendencia al estancamiento de los salarios reales y deterioro de las desigualdades sociales. Esta crisis que deriva de las tendencias subyacentes al nuevo régimen de acumulación en el que las finanzas imponen al capitalismo mundial sus formas y contenidos dominantes ha resultado particularmente virulenta en la zona euro y ha evidenciado las debilidades del entramado comunitario.
No solo la Unión Monetaria Europea no permite responder a una situación de crisis mayor sino que actúa como catalizador de la misma al carecer de la necesaria integración fiscal, de un prestamista de último recurso y, en contra de cualquier racionalidad económica, estar encorsetadas las políticas presupuestarias.
Pese a haber fracasado las políticas de ajuste y pese a la nueva sensibilidad mostrada por las autoridades del Banco Central Europeo, resulta no obstante dudoso que Alemania, cuyo «modelo» de crecimiento no es extrapolable a Europa, acepte una gobernanza más simétrica y coordinada en la zona euro así como que acepte iniciativas comunitarias más favorables para el crecimiento. Europa parece abocada a retornar al estancamiento secular y padecer una paro masivo estructural.
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