En Estados del agravio Wendy Brown trata de responderse a la siguiente pregunta: ¿por qué las heridas están en la base del sentimiento de identidad?
En el marco de los debates cruzados entre feminismo, posmodernismo, marxismo y los nuevos movimientos sociales, que han dado lugar a las llamadas políticas de la identidad, Brown defiende que los esfuerzos para prohibir la incitación al odio y la pornografía, por ejemplo, terminan legitimando al Estado. Tales intentos, aunque bienintencionados, dañan aún más a las víctimas al presentarlas como figuras indefensas que siguen necesitando la protección del Gobierno. «Ya sea que estemos tratando con el Estado, la mafia, nuestros padres, nuestros chulos, la policía o nuestros maridos», escribe Brown, «el alto precio que conlleva la protección política institucionalizada implica siempre un grado de dependencia y un compromiso de actuación dentro del marco de normas dictadas por el protector». La verdadera democracia, insiste, exige compartir el poder, no regularlo para protegerse de él; libertad, no protección.
Desde esta perspectiva, y reivindicando la libertad como leitmotiv olvidado por el pensamiento progresista, el libro analiza lúcidamente los impasses emancipatorios propios de las actuales políticas de la identidad, así como los círculos viciosos producidos entre el victimismo, la dependencia y la maquinaria institucional estatal.