Blockchain -la tecnología “disruptiva” de la que todo el mundo habla- se ve acompañada, desde su mismo origen y concepto, por una contradicción valorativa muy intensa. Por una parte, se nos está diciendo que trae consigo una eficiencia, seguridad y transparencia como hasta ahora no habíamos conocido y que va a ser la base de una nueva economía desintermediada mucho más eficiente y hasta de una nueva sociedad más equitativa y más humana; pero, por otra parte, por venir de la mano del fenómeno de las criptomonedas y de las herramientas criptográficas, se asocia a ideas de extrema opacidad, de evasión fiscal, de mercado negro, de la Dark o Deep Web y hasta directamente de delincuencia.
Por otra parte, por su propia arquitectura o diseño, se afirma que blockchain es una tecnología muy segura, tamper-proof. Pero al mismo tiempo, presenta sus específicas y graves debilidades: la sostenibilidad de un sistema de registro cuya llevanza se confía en exclusiva a sujetos particulares anónimos sobre la base de un incentivo económico muy volátil; el delicado problema de la gestión y conservación de las claves privadas a las que están vinculados operativamente todos los activos; la cuestionable agilidad de un sistema cuya seguridad se basa en una máxima redundancia; o incluso un importante coste energético y por tanto medioambiental, en la medida en que el funcionamiento del registro requiere la participación de un ingente número de equipos informáticos trabajando de forma ininterrumpida y compitiendo entre sí por superar una prueba de trabajo computacional.
Siendo así, un conocimiento básico de la tecnología que subyace a este tipo de plataformas no resulta superfluo ni a un nivel de simple usuario ni menos aún para todo el que tenga algún poder de decisión y responsabilidad en cualquier empresa u organización a la hora de poner en marcha actividades o servicios basados en blockchain. Como tampoco es posible realizar juicio de valor alguno desde una perspectiva jurídica o regulatoria acerca de cualquiera de las muy peculiares innovaciones que trae consigo el fenómeno blockchain -desde la pretensión de crear un dinero al margen de cualquier autoridad, pasando por esas operaciones de captación de fondos llamadas ICO (initial coin offering), o la confección y puesta en marcha de contratos que se autoejecutan con ayuda de programas informáticos (smart contracts), hasta el proyecto de “tokenizar” los más variados activos- sin conocer y entender ciertos aspectos claves del diseño y funcionamiento de una blockchain.