Nunca ha habido una época, y tal vez nunca la habrá, que sea tan fecunda, desde el punto de vista creativo, para las ciencias criminales, como lo fue el siglo XIX.
En efecto, es a este siglo al que convencionalmente se hace remontar el nacimiento de las tres ciencias fundamentales que, con autonomía de contenidos y de métodos, siempre han tenido como objeto común estudiar la criminalidad; es a saber, la ciencia penal, la criminología y la política criminal. Pero fue también en ese siglo cuando se plantearon y se impusieron, con más clara conciencia crítica y dentro de límites racionales, los cuatro problemas permanentes, esenciales y constantes, de las ciencias criminales; es decir, los problemas de la definición de la criminalidad, de la defensa contra la criminalidad, de la determinación de las causas de la criminalidad, y, por último, de las garantías del individuo contra las ciencias criminales