El delito propiamente dicho caracterizase, en primer termino, por la violación de los sentimientos más elementales de benevolencia y justicia, que brillan siempre en una sociedad humana surgida del estado salvaje. Es lo que lesiona las condiciones primordiales de la convivencia social.
El delincuente representa, pues, el hombre cuyo sentido moral ha descendido hasta un grado inferior al tipo medio de la moralidad de su raza y de su pueblo, y que se encuentra en las condiciones morales de las razas inferiores o degeneradas, de las tribus salvajes privadas de los sentimientos más elementales de piedad y de honradez, y que. por el contrario, alimentan instintos crueles y rapaces. Adviértase presto que tales explicaciones no sirven para todos los delincuentes. Urge distinguir los delitos que revelan en sus autores una completa perversión moral, de aquellos otros delitos que manifiestan la persistencia de ciertos instintos propios del hombre no civilizado.
En el primer caso, como acaece en los asesinatos y en los homicidios perpetrados brutalmente y con circunstancias atroces, en los delitos de mutilación, sevicia, etc., la anomalía moral no puede concebirse como permanente y orgánica: en no pocas ocasiones, depende de la herencia o del atavismo, que transforman en delito el alcoholismo, la locura y otras neurosis.