La organización neo-nazi «El hombre que vendrá», y su nuevo Führer buscan afanosamente el ADN de Adolfo Hitler para clonarlo y obtener las cinco huellas dactilares de su mano derecha, necesarias para ser aplicadas sobre la cubierta de un libro Mein Kampf forrado con la piel de un judío del campo de concentración de Mauthausen, y así obtener el código para entrar en la subterránea y secreta Base 211, o «El País de la Medianoche», construida por los nazis en la Antártida antes de la Segunda Guerra Mundial, con el objetivo de disponer de sus armas más sofisticadas y los adelantos científicos que no entregaron a los aliados.
Adolf Hitler existe actualmente.
Y dos organizaciones: «El hombre que vendrá» y «Los hijos de la Venganza», lo buscan afanosamente. La primera para convertirlo en el nuevo Führer, y la segunda, un grupo extremista de judíos, para matarlo como pago por sus crímenes durante la II Guerra Mundial.
Pero hay dos Hitler: Uno muerto y el otro vivo.
El muerto descansa sus huesos en una tumba debajo de la Basílica de San Pedro, en el Vaticano. El vivo es un niño que ha sido clonado a partir del ADN obtenido de esos restos.
Y si es así, ¿qué hacer con el asesino que, gracias a la ciencia, resucita del último de los silencios para volver a vivir entre los mortales, y cuya presencia plantea problemas de carácter ideológico, moral, social y humano? ¿El IV Reich?
Todo esto sugiere una pregunta vital: ¿Dónde está Adolf Hitler?