Destreza de Judith Estudios de Cultura Literaria del Derecho
Diría que los estudios de Cultura literaria del Derecho aquí reunidos bajo título de La destreza de Judith se calzan de las sandalias que deslumbraron los ojos de Holofernes y, aunque la figura y detalle de realce luminoso no haya sido revelado por la imaginación de los artistas, la idea de aquellas modestas pero seductoras sandalias me parece que suscita una metáfora valedera para los juristas, pues de su asombroso imperio también debería cubrirse la guía de los pasos de un jurista que no descamine el sendero que conduce al Triunfo del Derecho. Y, en ese sentido, creo que la Literatura es la mejor máquina para guarnecer esas sandalias. Un jurista, además, tampoco habría de perder de vista la hermosura del rostro de Judith, que sí han plasmado muy diversos pintores.
He elegido conscientemente la virtuosa representación que de él nos ofrece Caravaggio. Allí su belleza, pienso, no está en la representación de los rasgos de un semblante juvenil -era Judith casi una adolescente todavía, en verdad preciosa- sino, más bien, en la mueca no insensible de su gesto. Así, el rostro figurado es hermoso no por servir de semblante a la gesta, sino por el gesto con que la encara. Ese gesto es la semblanza de su destreza. La Cultura literaria del Derecho, como sucediera con Judith, se instala en una zona de inconfort. Por su vocación crítica planta cara a la domesticación hermenéutica del jurista.
La Cultura literaria del Derecho acomete el desafío de descorrer el velo de la situación dogmática, como Judith irrumpiendo en la tienda de Holofernes para cambiar la situación de los sentenciados a la vergüenza y al despotismo. En consecuencia, asume miradas incómodas, miradas a la parte maldita del Derecho; a su raigambre (ideo)lógica, a la violencia de su función represiva, a la estética perversa de su arte cuando escinde desorden e injusticia, a su contracción del otro, a sus esclarecidas metáforas sobre el honor, a su prejuiciosa representación de la cohesión social… , incluso a la gratificación simbólica de su superioridad civilizatoria. La Cultura literaria del Derecho mira en esa parte maldita, y la mueca no insensible al observar el monstruo que el Derecho también lleva dentro es el gesto virtuoso -diestro- que salva y reconcilia ante dilemas de lealtad entre el Alma y la Ley. La Cultura literaria del Derecho revela y adiestra acerca de esos arduos dilemas electivos y sus paradojas.
Este libro, pues, elogia la destreza de Judith, y en su celebración la imita en mira a una reconstrucción cultural sensible del Derecho «por mano de mujer», por mano de la Literatura.