Si la realidad se detuvo cuando empezamos a comprender la importancia de la pandemia, la resaca del tsunami de desinformación nos ha permitido captar una visión panorámica de sus procesos, de sus formas de distribución y circulación, pero también de sus motivaciones y primeras consecuencias.
Vivimos un momento de normalización de todos los procesos de desinformación en la esfera pública. No asistimos solo a un fenómeno que afecta únicamente a la desinformación de carácter político sino, y quizá sea más importante, a los bulos relacionados con la inmigración o la ciencia.
En este escenario, la mediatización extrema generada por el confinamiento reforzó la idea de que el miedo y la desinformación están estrechamente vinculados. Cuanto menos se puede ver y comprobar la realidad físicamente, más dudas aparecen sobre el contenido cierto de los acontecimientos pero también de sus consecuencias.
Este libro se centra en el ecosistema informativo como una ventana desde la cual intentar relacionar y explicar las demás. La normalización de los procesos de desinformación, el miedo como impulsor de sobredosis informativas, el cansancio y la fatiga como mecanismo generador de autoprotección informativa o la polarización como herramienta estratégica de distorsión de la realidad se plantean como las problemáticas más evidentes.
La batalla contra la desinformación no solo está en detener su viralización o hacer más sexy la verdad, también está en la capacidad para generar de forma rápida dudas en la ciudadanía que hagan que esta decida no compartir una información no contrastada.
En este contexto, y durante las primeras semanas de la pandemia, fue más importante detener la desinformación que dar una información (parcial e incompleta) de la evolución de la crisis.