Las ideas que han jugado un papel importante en la Historia a menudo se transforman, toman un aspecto diferente, se desvanecen o se entregan a otras que parecían opuestas en un primer momento. Así, y pese al relato liberal que habitualmente ha venido a describir el surgimiento de los Estados Unidos de América, la realidad es que los colonos que quisieron emanciparse de la metrópoli extraían gran parte de su bagaje ideológico precisamente del Reino Unido. Por tanto, y con anterioridad a 1776, fecha de la Declaración de Independencia de Filadelfia, el arsenal de reivindicaciones empleado contra el gobierno de Londres se veía reforzado por una serie de nociones de relevancia social, moral y política, todas ellas reunidas bajo la figura del ciudadano libre republicano, cuyos antecedentes podían situarse en la propia literatura grecolatina de la Antigüedad. Con ello afloraba un discurso que aunaba participación en las instituciones y espíritu cívico, bajo una elevada consideración de lo que tenían que ser los procedimientos de una constitución republicana, así como de los deberes que sus miembros debían asumir.
Nada mejor, pues, que sumergirse en los textos que en la misma época eran editados en periódicos y panfletos norteamericanos, para descubrir que muchos eran la reproducción de mensajes publicados tan solo unos pocos años antes en Inglaterra. Tal indagación, así, nos conduce a una descripción óptima sobre lo que pensaban ciertos actores políticos de la época augusta británica y que tanta influencia ejercerían en los independentistas estadounidenses. Las Cartas de Catón, publicadas por John Trenchard y Thomas Gordon en Londres entre 1720 y 1723, nos muestran así el rastro de un pensamiento que calaría de forma amplia en los estadounidenses y que sería recordado durante décadas.