En materia jurídica la belleza ha sido menospreciada como si se tratara de algo secundario, y cuando no ha sido desdeñada, tampoco ha sido considerada en su justo centro sino gravemente deformada. Los hombres han creído que el Derecho es un problema de palabras y que el arte literario es, por ello, el más adecuado para juzgarlo, a pesar de que el resultado es tan miserable cuando el arte , en materia de Derecho, es visto o es buscado en una imagen o en el giro de una frase más o menos arbitraria.
Esta manera de pensar es corriente entre quiénes han meditado sobre el Derecho como si sólo fuera una cuestión de palabras: un pariente lejano y mal aplicado de las belles lettres, demasiado torpe, además, para sentir la necesidad de perfeccionarse.
El detestable resultado que ello ha producido, incluso después de haber enseñado Holmes a los modernos americanos lo que puede ser el estilo en los escritos jurídicos, se ha manifestado precisamente en la tenaz confusión de que han sido objeto los aforismos de Holmes al ser tomados por simples frases: piezas sueltas, que en todo caso debían mejorar, al quedar separa-das de un contexto de puro Derecho . Karl N. Llewellyn.