Luto. Alguien parece hacer muerto gozando de buena salud. Ayer, en la flor de la existencia, con esa arrogancia de la vida que infunde plenitud, seguro el paso, firme el ademán, implacable la palabra, paseábase el difunto con aquella soberbia convicción de los adolescentes en la vida eterna. De pronto y para pasmo de muchos –admiradores y detractores- la muerte. Súbita como en toda tragedia. ¿Qué pasó?, pregúntase el general murmullo.
Pues nada. Simplemente que, como muchas coas en la vida, las apariencias encandilan, sugestionan, engañan. Y entonces viene el análisis. La autopsia. Y nos enteramos que la robustez era inflada, que eran tan sólo afeites la rozagante lozanía y, en fin, que está contrahecho quien por titán pasaba.
Esta metáfora resume muy bien un libro polémico. Éste. Y en sus casi ciento cuarenta páginas y mediando el rigor intelectual que deben tener los buenos libros académicos, los autores, Mario Castillo Freyre y Ricardo Vásquez Kunze, con sutiliza en algunos casos, con elegancia en otros, pero sin dar tregua a esa mordacidad que es el alma del buen humor, realizan una apasionada vivisección de una doctrina en el limbo entre lo jurídico y lo económico, cuyo pecado contra su vida ha sido, quizás, aquel muy humano desliz de creerse eterna e infalible como los dioses. Y, como todos sabemos, ni hay hombres infalibles ni eternos, ni mucho menos doctrinas que se les parezcan.